domingo, 28 de diciembre de 2008

Homenaje a Julio Cortázar

Independientemente de lo trillado de esta idea, siento el deber-placer de escribirte, un poco porque así vuelvo a dibujarte de este lado. Verás, sos vos el desencadenante de esta adoración, el responsable de llevarla al extremo de la alabanza. Excusarás, espero, el atrevimiento con el que me dirijo hacia vos con tanta cercanía, pero es que es una cercanía necesaria, que vos mismo en cuerpo y alma lograste construir, con paciencia y esfuerzo (pero no tanto, con tanta facilidad cautivabas el cariño de tus lectores), como un castillo de cartas, aunque ni el torbellino más feroz logró derribarlo. Hoy, años después de tu muerte, tamaña construcción, proveniente de tus manos, arquitecto sublime, continúa de pie, y es por esto que te escribo.

Bien dijo Gabriel García Márquez: “Los ídolos infunden respeto, admiración, cariño y, por supuesto, grandes envidias; Cortázar inspiraba todos esos sentimientos como muy pocos escritores, pero inspiraba además otro menos frecuente: la devoción.”

Devoción tal que no puede describirse. Devoción absoluta, como escasos artistas logran generar. Devoción hasta el punto de ser un amor platónico, idealizado e inalcanzable, “
Somos este encuentro desde tiempos y espacios distintos, una anulación de esos tiempos y esos espacios”. Un amor separado por relojes, tormentas y polvos ancestrales; por tierra, humedad y gusanos.
Al irte “a mirar las flores del lado de las raíces”, dejaste del Lado de Acá a generaciones, centenares, miles, incontables devotos que suspiran hasta las lágrimas por cada frase. Tu muerte fue una y mil muertes; cada día renacés para irte otra vez
Catorce de Febrero. Día de los enamorados y, dado a eso que llamamos azar a falta de su verdadero nombre, a las casualidades que tanto admirabas, dejaste aquí a una multitud enamorada que, derramándose sobre tu imagen, llorando con doloroso espanto, a la vez llora con un amor inconmensurable, con calidez, con devoción. Al irte, se fue un maestro, un sueño, un ídolo, un hermano, un ejemplo, un amor.
Veintitantos años después, otra generación de multitudes alaban a tu fantasma, lloran tras imaginarte ahí, mirando las flores del lado de las raíces; soñándote, pensándote. Una multitud que es un Oliveira cualquiera que busca a su Maga, que te busca a vos en cada palabra, cada poema, cada letra, un ciclo elíptico de adoración, esperando quizá encontrarte, alto, barbudo y sonriente, sutil y elegantemente fumador, en alguna esquina, algún puente, alguna vidriera, en algún aliento imperceptible.
Hoy, te lloro porque te sentí morir otra vez; hoy te lloro porque lloro con la multitud fascinada, devota, enamorada de tu magia, tu jazz, tus gatos, del lenguaje que construiste y que hoy hablamos. Hoy, te sigo buscando, y espero encontrarte, siquiera, en un pedacito de estrella.

miércoles, 24 de diciembre de 2008

Si he de vivir..

Si he de vivir sin ti, que sea duro y cruento,
la sopa fría, los zapatos rotos, o que en mitad de la opulencia
se alce la rama seca de la tos, ladrándome
tu nombre deformado, las vocales de espuma, y en los dedos
se me peguen las sábanas, y nada me dé paz.
No aprenderé por eso a quererte mejor,
pero desalojado de la felicidad
sabré cuánta me dabas con solamente a veces estar cerca.

Fragmento de “Si He de Vivir” – Julio Cortázar



Es difícil escribir sobre vos. Es incluso más difícil no hacerlo y resignarme a una ausencia como un hueco, como un agujero negro en el pecho, en una mente acribillada de memorias, en el alma, entregarte a una persistencia de nudo en la garganta y lágrimas que no caen y se absorben nuevamente en la cuenca de los ojos. No quiero que seas eso, quiero que tu persistencia sea, al menos, un suspiro inesperado cuando creo oír sólo silencio. Si mis ojos no pueden hacerlo, la tinta llora palabras por mí.
Es un estorbo inevitable el verte en mis recuerdos; lo evito, juro que lo intento, pero inevitablemente te busco en cada cosa que me recuerda a vos, como un fantasma que me hostiga con ternura, subconscientemente te pinto en paisajes inesperados.
Quisiera que no acudieras a mi mente sino con tu alegría siempre risueña, con ese humor óptimo de siempre, con tu cálido gigantismo de oso de felpa. Pero, contrariamente, de la mano trae consigo esas memorias más terribles, de bruma negra y pegajosa que se adhiere como petróleo y duele, ahí, en el pecho. Entonces vuelvo a ver tus pómulos fríos, tu frente alta de nácar blanco, tu rostro con una rigidez gris que no te pertenece, la sombra oscura de tus ojos que duermen eternamente en silencio, tu cabello abundante reducido a una pelusita negra que apenas llega a cubrirte la cabeza. Sin pensarlo, te imagino un hálito que te infla el pecho y por un instante creo que respirás. Pero no. Y otra vez veo tu fantasma alegre en la sala blanca de hospital (que no la vi, pero sé que es blanca, igual que tu rostro demacrado y feliz, tu rostro cansado y optimista, igual que tus alas). Y estás ahí, en el hospital y sos real, y vivo tu lucha contra el blanco llano que te devora, blanco-hospital, blanco-sábanas, blanco-glóbulos, blanco-enfermedad, blanco como una cáscara vacía. Marea blanca que te consume, marea blanca infectada.
Y estás ahí, te vivo otra vez, te lloro otra vez, te pido otra vez que no seas este fantasma blanco, que seas un mal sueño, te ruego otra vez que al despertar sigas respirando, que todo esto sea irreal, un cuento fantástico, una película, pero no la verdad, que el desgarro en el alma, que cada golpe de dolor furioso sea una mentira; que no te hayas ido, que hayas ganado la batalla, que seas el triunfador en ese Round contra el blanco que te consume, el blanco-hospital, blanco-sábanas, blanco-glóbulos, blanco-enfermedad. Blanco-muerte.

viernes, 28 de noviembre de 2008

Escrito en la arena

Cada uno de los papeles tenía ese aroma particular, en el instante en que abría el sobre sabía que era de ella. Antes de decidirse, sin embargo, a rasgar el borde, le gustaba adivinar, jugar con el sobre a contraluz para que su blancura de paloma revelara algún secreto transformándose en un amarillo translúcido, recorrer con las yemas de los dedos como leyendo en Braille cada rugosidad del papel, sentirlo, disfrutarlo, hasta que la curiosidad arrebataba su delicada paciencia y no podía más que dedicarse a comprobar qué tan acertado había sido su intento – y casi nunca fallaba, ya estaba a unos pasos de ser declarado no oficialmente experto en intuiciones.
Era esa peculiaridad de sus instintos que lo sorprendía hasta el punto de divertirse con sus propios aciertos. En algunas ocasiones las coincidencias eran tan absurdamente cómicas que no podía evitar lanzar una carcajada que rompiera el aire como un cristal.
Independientemente de aquel aroma que sellaba todos los sobres, cada carta escondía su particularidad, un secreto que la diferenciaba de todas las demás cartas. Principalmente porque nunca tenían letras, ni siquiera en el sobre. Del lado delantero, el destinatario estaba identificado con una mancha: verde, irregular, inconfundible. Nadie podía engañarse y creer que estaba dirigido hacia otra persona, era inequívocamente suyo.
La primera carta que abrió sólo escondía sensaciones: invisibles, inodoras, incoloras. Se halló a sí mismo embargado de una risa que no podía contener, entregado a ese cosquilleo que surgía del centro del cuerpo; luego, una metamorfosis interna le empañaba los ojos, una mezcla de ternura y nostalgia, hasta ser una explosión de ira que se disolvió en una paz interior en la que se dejó flotar hasta el sueño.
La siguiente fue una agradable brisa que mutó en un ventarrón, casi destrozando su habitación con su cara de tormenta de verano.
Luego fue una lluvia de hojas secas; en el instante en que abrió el sobre comenzaron a brotar como una fuente, mientras el suelo se inundaba de hojas secas, alrededor de la lámpara de pie, sobre los sillones aterciopelados, debajo del piano se extendía una alfombra de otoño resplandeciendo en rojos, dorados y cobrizos.
Después vinieron más, polillas revoloteando en una nube de polvo, olores de media tarde con pasteles de frambuesas, pastafrolas y hebras de té, melodías lejanas de algún reino mágico y remoto.
A pesar de estas características distinguidas, el asombro lo había abandonado hace tiempo ya; fue la última carta la que más lo desconcertó, ya que jamás hubiera esperado una noticia como aquella. Por lo general ella estaba alegre, llena de ilusiones y esperanzas, sonreía (él no podía verla, pero sabía que sonreía, y que era hermosa). Pero esta vez fue distinto.
En cuanto un golpe en la puerta lo despertó de su ensimismamiento, se precipitó a encontrarse con ese tan anhelado mensaje que llegaba todas las semanas.
Sonriente, con el corazón galopando, sostuve el sobre en las manos temblorosas. Lentamente lo aproximó a su rostro. Su olfato jamás fallaba, ese aroma era inconfundible. No tenía nombre, ni se parecía a ningún otro aroma, simplemente era olor a Ella, su esencia; este sobre, de todas formas, venía acompañado por algo más. Un ligero vestigio de tristeza, quizá también algo de culpa, pero sobre todo tristeza.
¿Qué escondería esta vez? ¿Una arruga? ¿La oscuridad de la noche? ¿Un suspiro? Estaba asustado, perdido, sin saber qué esperar.
Con calma, intentando tomar todo a la ligera y no desesperar, se dejó caer en el mejor sillón encendiendo un cigarrillo. Cerró los ojos, y soltando una última bocanada de humo caliente, llevó sus dedos al borde del sobre decidido a abrirlo, olvidando el juego previo.
Instantáneamente, un líquido liviano y transparente comenzó a gotear, rodando hasta su regazo como los primeros indicios de lluvia, lo cual lo desconcertó aun más. ¿Lluvia? ¿Era acaso ésa su tristeza? Imposible, con los ojos cerrados no hacía frío ni viento, ni siquiera un leve soplido de hielo, aunque una sensación helada partía de adentro suyo.
La extraña llovizna se deslizaba, ligeramente más espesa, empapando ahora sus zapatos de cuero y medias grises que parecían una pasta húmeda aplastándose bajo sus pies, subiendo por los pantalones que se adherían a sus piernas en un remolino de tela mojada y piel.
Entre todo aquel embrollo de agua, una de las gotas saltó a su boca entreabierta. Claramente húmeda, pequeña, salada. ¿Un océano? No. Un océano sin su verde y sin sus peces de colores no podría ser un regalo suyo. Demasiado triste para ser de ella y su eterna sonrisa.
Una repentina curiosidad lo impulsó a mirar dentro del sobre, cosa que jamás se había atrevido a hacer. Nada. Agua y más agua. Y luego, tristeza, una melancolía gris y agobiante que finalmente lo iluminó y comprendió todo. Las lágrimas de sus ojos que se mezclaban con las otras lágrimas sumergiendo el living-room, le decían que no sabía si volvería a recibir otro de esos sobres mágicos.

domingo, 26 de octubre de 2008

Rompiendo silencios

Te extraño. Estás acá, y por alguna razón que no logro comprender, te extraño. Es una distancia que no se puede medir en metros, o pies, o yardas – una distancia abismal y abstracta, pero que está y es aun más dolorosa que la física.
Quizá si desapareciera en una dimensión lejana sería más fácil encontrarnos. Podría deshilachar tu nombre para gritarlo una y mil veces, y aun así no me oirías en el vacío que nos separa (¿vacío interno?). Y aun así no te importaría.
Silencio. Silencio atiborrado de recuerdos que se desvanecen y nostalgias ruidosas. Me desgarro, me pudro por adentro – pero sonrío, sonrío y tal vez así engañe a la realidad. Tal vez las máscaras sean mejor que un llanto crudo, tal vez esconderme y pretender que nada cambió me ayude a seguir.
Y ni siquiera sé por qué tanta importancia. ¿A quién podría importarle tanto su álter ego? Si no sos más que mi propio reflejo, si lo único que pierdo es una parte de mí...

martes, 9 de septiembre de 2008

La magia está en la piel

Seguramente la consciencia se pregunta, ¿qué es ese fuego que nace en algún punto del centro del cuerpo y se expande casi por ósmosis hasta la punta de los dedos, recorriendo cada centímetro, cada partícula que vibra con aquellas ondas invisibles?
Ella está encantada. Bajo el hechizo inexplicable de las miradas, y no es amor. Quizá pasión, quizá algo más oscuro, profundo e indescriptible, un sentimiento más siniestro que se apodera de la mente y de los sentidos, que la hace estremecerse desde el cuerpo hasta el alma. Un roce de la piel cálida que eriza los pelos, que irradia una fiebre consumidora. Está bajo su poderío, entregada a un dominio hipnotizante, a una fascinación indiscutible, incontrolable.
Él es misterio, encanto, intriga y penumbra. Él es una atracción morbosa, un silencio tenebroso que la posee, la absorbe hacia las tinieblas sin permitirle siquiera resistirse, es una aberración que la cautiva, la atrapa entre su lazo tirano, un arrebato de llamas que envuelven el todo y lo simplifican a cenizas, una incandescencia fruto de la combustión del tacto, la respiración lenta y caliente, una violencia y un dolor dulce.
El impulso que fluye, la libido que emana frenéticamente. La ira, la excitación, el miedo que también es seductor. La sangre que corre furiosa. El rendirse hacia los sueños más sombríos, la colisión de dos mundos disparados el uno hacia el otro sin poder detenerse a una velocidad magnética, el caos, las chispas, el humo. La barbarie, la pasión, el fuego. El fuego, la barbarie, la pasión. Energía, fogosidad, ardor.
Y ella no se resiste. Ella le pertenece, se sume cada vez más en esa oscuridad que la avasalla y la encandila, la conquista y la pierde. Un secreto negro y nefasto, un ímpetu de misterio y silencios y noches. La música. Ella. Él.

viernes, 29 de agosto de 2008

Oxímoron

Podría bien decirse que seríamos la paradoja, el milagro, la imposibilidad de las leyes de la naturaleza, una deformación de la física cuántica, la eliminación de pleonasmos. “Así los gnósticos hablaron de una luz oscura; los alquimistas, de un sol negro.”
Impredecible, sorprendente, irónicamente correcto. Pero sobre todo seríamos fuego, pasión, penumbra dulce y profunda, enigma irresoluble, quizá una oscura melodía de Mozart, un piano íntegro y estruendoso, una tormenta de viento y nubes negras y relámpagos como estrías luminosas.
Yo no sé qué seríamos si no fuéramos nosotros. (Pero afortunadamente lo somos)

martes, 19 de agosto de 2008

A piacere

Me gusta la época del año en la que se te van los fantasmitas. Ahí, cuando las hojas muertas ya encontraron su lecho en las veredas, y yo me pregunto a dónde irán. Abramos bien grandes los ojos, pensemos en Júpiter o en Nueva York, quizás te sienta venir de otra galaxia, en una paloma como una estrella fugaz.
Es justo que nadie hable de lo que fuimos nosotros. Las páginas se borraron con la lluvia, igual que tus cartas cuando me las olvidé bajo el árbol deshojado, yo estaba triste porque vos te ibas y en cada paso que contaba, te sentía un poco más lejos de mí. Y ahí vi el primer fantasmita que se escapaba entre tus labios, apenas una neblinita misteriosa que salía disimuladamente como vapor y se extinguía en el aire. Aun sigo preguntándome a dónde se habrá ido, si bien tengo la certeza de que ése no era el único y aunque se te hinche la cabeza por la cantidad de libros leídos, siempre, siempre va a salir uno más.
Las puertas se cerraron todas a la vez, como si quisieran escondernos algo. Figurativamente hablando, claro, bien sabíamos que eran todas ventanas. Nos dejamos hundir por el chiste fácil, sí, suspiramos en cada ventana y atrapamos el aire con una mano. Estábamos errados al pensar que si no fuéramos nosotros, o si no quisiéramos serlo, seríamos otra cosa que no es lo que ahora somos, porque quizá ni siquiera seríamos: “Existencia es lo que nunca es objeto”, claves del existencialismo, aunque no estamos para falacias sobre la libertad de elegir, bien sabemos que el amor es tirano y sustantivo, y nosotros, simples mortales, no podemos más que respetarlo con sumisión.
[i]Ruby Slippers[/i], eso quisiéramos, mas no hay Ciudad Esmeralda, no hay dulce sueño de amapolas ni hadas ni brujas. Cuando nos despertamos, el sueño sigue ahí por un rato y desaparece, se va, lejos. Como los fantasmitas.
Retomando los fantasmitas, a mí me gusta la época del año en la que se van porque podemos verlos por unos segundos. Nos miran con intensidad (¿La sentís? ¿Podés sentir la intensidad, podés verla? Está ahí, al alcance de nuestras manos...), y de golpe se desvanecen como si nunca hubieran estado ahí. Fácilmente comparables con la vida humana, ¿no? Tan intensos por un instante fugaz, tan en primera persona hasta que desaparecemos dejando nada más que una sensación homodiegética y un recuerdo y, a veces, una tristeza. Entonces el protagonismo pasa a ser dominio de alguien más, de otro fantasmita.
La tarde en que vi tu primer fantasma vos me miraste a los ojos y yo rogué que el que estaba ahí no fuera eso, sino lo que yo quería ver y que alguna vez fuiste vos. Pero cuando nos encontramos en ese congelamiento lo que vi era otra cosa. Eras eso que a mí siempre me dio miedo ver, esa pesadilla materializada en piel y dos ojos que me miraban fijo. Vos no lloraste, pero yo juro que te vi una lágrima detrás de los ojos. Y muy al final, cuando lo que se veía de vos apenas era la espalda y el pelo a lo lejos, el fantasmita me dijo que vos también estabas triste.
Por esta vez creo que voy a hacerle caso, y dejarte que te lleves ese adiós incomparable.

sábado, 16 de agosto de 2008

Apenas resulta



Yo no quería robarme tu frase, pero era tan linda que me la tuve que llevar. Quizá porque siempre me serviste de inspiración, el verte venía siempre adosado con una o dos palabras de la mano que después yo tenía que recortar y pegar en un papel. Pero esta vez la inspiración no salió como de un halo que emanaba desde tus ojos y llegaba a mi piel... Esta vez la frase fue simplemente tuya, y yo no pude más que llevármela. Al principio no entendía muy bien por qué, pero pensaba en una muerte de otoño, y en seguida me acordé de Julia, que yo había adivinado su nombre, de la terraza y la sombra sobre el parquet.
La mente me está jugando juegos, Sigmund tenía razón con lo de los actos fallidos. Alfombra, quise decir alfombra. Aunque tal vez fuera en realidad una sombra lo que... En fin, no viene al caso, al menos hasta que sepas el resto.
No quería decírtelo, pero es imprescindible, y además creo que es mi deber darte por enterada, sobre todo si voy a estar robándote toda una frase, no una palabrita inmunda, sino una frase entera que además es muy linda.
Lo que pasó es que pusieron un candado en la puerta de la terraza que me corresponde. Me costó un poco decirles que la extrañaba, pero era lo mejor que podía hacerse, vos sabés, el otro me hacía sentir mal cada vez que aparecía por ahí. En realidad yo no quería, Margo, yo te dije muchas veces que a mí me gustaba que estuviera ahí, aunque me hiciera sufrir y terminara estrellando las copas contra el piso, y las lagunas mentales que venían al día siguiente. Pero ellos no me dejaron ni quejarme, simplemente un día llegué y mi terraza estaba cerrada.
La otra noche me encontré a la hija del encargado allá, no sé qué estaría haciendo. Tampoco quise preguntarle, aunque la puerta también es mía, pero temí sonar maleducada. No quiero que crean que yo soy maleducada, yo siempre trato de ser amable, los espero cuando tienen que subir al ascensor, y hasta a veces los invito a tomar el té, no importa que sea por pura cortesía, pero yo los invito igual, aunque siempre me queme la lengua.
Me pareció tan extraño, Margo, que ella anduviera dando vueltas por ahí. Un poco por el lado de Teresa, que siempre se está quejando de algo, pero generalmente se acercaba a mi candado, porque ya no es una terraza, para mí es un candado que esconde una entrada, que esconde... bueno, eso, vos sabrás.
Hoy escuché a mi vecina que decía algo del olor cuando abría la puerta. Es increíble cómo Teresa siempre tiene algo que acotar, siempre nota todo. Es medio híbrida, con ojos de águila, un olfato de sabueso y un oído como de gato (aunque me dijeron que las ballenas tienen mejor oído). Tampoco quise ser inoportuna con mi intromisión, así que no le cuestioné nada.
Los demás me dicen que pregunte por qué está el candado ése, ya que me corresponde la terraza, pero me da no sé qué, por miedo a transformarme en arco iris frente al encargado cuando responda.
Te imaginarás que a esta altura yo ya no quería saber nada de la terraza, ni del olor, ni de la hija del encargado, aparte que los colores de las paredes me reventaban los oídos. Me quiero mudar, me da miedo toda esta gente que además me puede llegar a pensar maleducada, y yo no quiero, ni siquiera me dijeron feliz día ayer cuando festejaban con el vino. Yo bajé a la entrada y todos me miraban con cara rara, como si supieran algo que me escondían, pero detenerme ahí para escuchar ojos y lenguas... No, mejor no. Más vale me deslizo por la escalera de nuevo como si no pasara nada, porque subirme al ascensor cuando acabo de salir de él puede parecer algo sospechoso. Me parece que tengo como una especie de Síndrome de Absolución, o algo por el estilo.
Ya hace dos semanas que la terraza está cerrada, yo todavía no me entero por qué. ¿Creés que debería preguntar? Yo soy muy temerosa, vos lo sabés bien, no puedo simplemente ir y meter la nariz en sus asuntos, además que no quiero que finalmente abran la puerta, que el otro aparezca otra vez a la noche y tener que cerrarla de nuevo. Intenté muchas veces decirle que se vaya, pero apenas resulta, no puedo hacer eso porque yo lo quiero, y me da algo de pena que quiera aparecer y esté encerrado ahí. En parte es como una enajenación que tiene sobre mí, como si quisiera salir y él no me dejara.
Por otro lado, Juan me invitó a tomar un café a su casa. Le dije que no, no me gusta el café, e igualmente no podía dejar a la terraza sola, me corresponde y yo me tengo que hacer cargo aunque esté cerrada con un candado y yo no sepa por qué.
No sé qué decirte, Margo. Al final tuve que robarte las palabras, pero no me sirvió para nada, porque el candado sigue cerrado, y el encargado y su hija no me dicen nada. Yo no puedo ir a preguntarles, me da cierta cosa. Tampoco puedo mudarme, dejar la terraza sola, cuando el otro puede aparecer en cualquier momento... ¿Te imaginás el desastre que se armaría? No, voy a tener que quedarme acá y cuidar el candado, me traje el collar de Ópalo que me trajiste como recuerdo de París para que me haga compañía. Hace tres días que estoy sentada acá, Julia me trae el almuerzo y la cena, y de vez en cuando le pido que me alcance un té y una medialuna para la merienda, siempre me gustó eso de tomar el té a las cinco. Los vecinos me miran raro, pero no me interesa, ahora lo único que me importa es cuidar el candado de la terraza que me corresponde, por las dudas de que alguien quiera abrirla, el otro aparezca y se arme lío.

lunes, 11 de agosto de 2008

Cómo gasto papeles recordándote

-"Somos soledad hasta que el que nos está abrazando nos demuestra lo contrario." Qué lindo. Triste, pero lindo.
- Jeje. Tan tuyo, tan mío.
- ¿Somos tristes pero lindos?
- Sí. De tan tristes somos hermosos.
- Si al menos supiésemos aprovecharlo.Yo sólo sé derrochar lágrimas, y sentimientos y palabras que se van volando porque nadie las quiere.
"Esta ternura y estas manos libres,
¿a quién darlas bajo el viento ? Tanto arroz
para la zorra, y en medio del llamado
la ansiedad de esa puerta abierta para nadie."

La ansiedad de esa puerta abierta para nadie... cuanta verdad.
- ¿A quién se las diste?
- ¿Las manos?¿O las palabras?
- Las palabras.
- Las palabras.. En su momento se las di a Él, pero siempre menospreció las palabras. Se manejaba mejor con los gestos. Y ahora tengo palabras sueltas. Palabras llenas de sentimiento, pero no tengo a quién dárselas.
- Y tal vez deberías buscar a quién darselas.
- Hay que ver quién quiere aceptarlas.
- Yo ya busqué mucho y siempre con un resultado similar a quedarme mirando como mis opciones se van en los labios de otro.
- Yo me cansé de buscar, y de arrojar palabras y besos que nunca existieron. Al final nunca encuentro.Al final a mí nadie me busca.
- Si mirás bien somos la alegría. Solo por un simple juego de contrastes.
- ¿Cómo?
- Nosotros somos la tristeza, y por oposición existe la alegría.
- Pero la alegría se opone a nosotros, que somos tristeza. La alegría está en otro lado, en lo que se opone.
- Entonces nosotros damos nombre, lugar, forma, a esa alegría.
- ¿Pero entonces por qué no puedo disfrutar de esa alegría?
- Entonces... No lo se. Yo también la disfrutaría. Y sería alegría y tristeza.
- Pero la alegría es para compartir. De nada sirve una alegría cuando hay soledad, de nada sirve un triunfo, o una felicidad pequeña si no hay con quién disfrutarla.
- La alegría es como una cindor. O como almendras.
- Jajajaja, las almendras
- Pero a veces tenemos nuestra alegría que no la podemos compartir con nadie porque nadie la quiere.
- Como yo. Yo tengo algo de alegría guardada, pero está guardada porque no tengo con quién compartirla. Por eso sólo dejo ver tristeza.
- Vos tenés que decirle... A los chicos, así como yo hice ayer con las almendras, que tenés una bolsita de alegría... si la quieren compartir con vos.
- ¿Y si no quieren? Se vuelve humillante ofrecer alegría (y palabras llenas de sentimiento, porque tengo muchas) y que las rechacen. A veces el miedo no te deja ofrecer.
- Se vuelve humillante no ofrecer nada y quedarse triste en un rincón mientras todos son felices a tu al rededor. Yo te comprendo. No tengas miedo a lo que va a pasar, si no a lo que no va a pasar. A lo que va a faltar. Pero para tener miedo a que falte tenés que tener.
- "Si en el momento de lanzarse hubiera tenido la fuerza de creer firmemente en la realización de su amor, hubiese volado hacia arriba a reunirse con su estrella."
Yo creo que soy un poco como ese hombre. A veces quiero creer en mi estrella, pero nunca me decido a saltar, por temor a caerme. Y espero en silencio a que la estrella venga a mí. Pero eso nunca pasa, los hombres son los que saltan, las estrellas las que deben esperar (aunque no siempre esperan)
Y cuando leo ese cuento encuentro alguna esperanza dando vueltas por ahí, entre el vacío olvidado y lleno de pelusas. Pero en cuanto vuelvo a la vida real, se me escapa, y otra vez el miedo.
- Yo no puedo ser distinto, no puedo saltar, o no puedo brillar. No puedo llamar la atención y me siento pobre, menos que otros. Pero siempre hay oportunidades aunque no es la persona que realmente quiero.
- Son todos desencuentros. Supongo que uno, cuando es hombre y quiere saltar, a la vez es una estrella. El problema es combinar eso, ser estrella o ser hombre.
- Solo quiero ser los brazos de un amor que no requiera tanta espera. No decepcionarme al menos por un ratito. Después, en el futuro pasarán más cosas, pero ahora, un rato estaría bien.
- Yo te entiendo. Yo también quiero eso. Aunque en el fondo tenga miedo, esté llena de miedos de enamorarme. Temor a querer otra vez, pero al mismo tiempo un deseo profundo.
- El miedo refuerza el deseo. El deseo justifica al miedo. Y los dos mueven a la persona.

domingo, 10 de agosto de 2008

A lo mejor si nos tapamos un ojo..

Por esa discrepancia de origen sideral que nos iba a llevar por otros caminos, uno o dos caminos distintos a los que no íbamos a acceder para poder vernos.
Yo sabía que te había perdido (si es que se puede perder algo que nunca se tuvo), pero yo supe que te había perdido desde el momento en el que te ví acercarte.
Quizá la solución fuera dividirnos.

domingo, 27 de julio de 2008

Desesperante

Por lo general cuando uno ya no siente ganas de vivir, opta por la reprobable y cobarde muerte por suicidio, para lograr olvidarse de los maltratos universales, de todo aquel vómito de adjetivos ofensivos, y las pilas de platos sin lavar, del gato del vecino que maúlla noche negra tras noche negra, y la figura inútil de la luna que nunca baila para su canto enamorado de gato, o sus patitas sucias de bestia callejera, aunque él seguirá maullando y llorando aunque ese círculo amarillento y peregrino no lo escuche, o pretenda no escuchar y no baile para él.
Existen muchas opciones elegibles para cometer esta ceremonia fatídica, la mayoría muy poco decorosas que dejan los pisos pegajosos con coágulos, o hasta pueden detener los trenes y hacer a los hombres de traje llegar tarde a la oficina, o que vayan a dar una vuelta, tal vez fumarse un cigarrillo y si es necesario reflexionar sobre la vida. Y aquí es donde se produce una nueva ramificación de los caminos, y el individuo podría, en algunos casos, dejar de pensar tanto en el trabajo, volver a su casa y cenar con su familia, a lo mejor más tarde acabará desempleado, pero ahora está con su mujer y sus hijos, y realmente ése es un asunto trivial que no le interesa, al menos por el momento; o bien podría optar por melancolear acerca de sus problemas y no saber dejarlos ir, entonces convencerse de que el suicida no estaba tan errado y recomenzar un nuevo ciclo de trenes y atrasos y pensamientos sobre la dicotomía de la vida y la muerte.
Por supuesto que es mucho más fácil dejarse arrastrar en el veneno y ahogarse intencionalmente para evitar el ardor asesino.
En algunos casos, el ser es aún más cobarde que la idea del que salta abajo del tren, o el que cree abrir con su piel una puerta, aunque sea una ventana. Y como llorar y decirse desgraciado, inútil, pobre diablo, etc., tampoco es suficiente, hay que jugar con la muerte, dibujarla en el brazo, la pierna, la espalda, pasarle lentamente el filo agridulce para mostrar que se tiene su número de teléfono sin atreverse a llamarla.
Cuando se quiere extirpar un dolor que se abraza inextinguiblemente a las células y no se quiere pensar en el suicidio, lo mejor, o por lo menos lo que requiere menor esfuerzo para la impasible tristeza vagabunda del humano, es esconderlo con humillación bajo la alfombrita del living-room. Sabemos de todas formas que a la larga empieza a desbordar, a mordisquear los bordes de la alfombrita, hasta masticarla y deglutirla, que desaparezca por completo y al final de todo, lo único que queda es una inundación sin alfombra y sin muebles.
¿Y entonces? Entonces es preciso construir otra alfombra que disfrace la miseria y la haga parecer pasable, y entramos en otro círculo vicioso, otro círculo de vicios que no se pueden apagar en un cenicero.
La pregunta es qué debe hacerse en ese caso para buscar la felicidad, o si, efectivamente hay que buscarla o esperar que llegue, si es que ha de llegar.
La naturaleza humana en toda su rareza está sorprendentemente ligada a buscar a tientas aquel epítome incierto, sin saber si en verdad existe, si es eterna.
Más bien la felicidad es efímera, es como una burbuja que puede verse, sentirse, pero definitivamente no tocarse. La vemos pasar frente a nuestros ojos, pomposa, en todo su imperioso tornasol, que en todo caso nos causa una fascinación ciega e inexplicable, sin sentido ni dirección. Y en cuanto pretendemos atraparla, pum, estalla, y volvemos los ojos decepcionados al mundo otra vez gris, esperando otra burbuja.
La vida se basa en momentos-burbuja. Y nunca falta ese dedo entrometido, ese alfiler curioso, y entonces pum. Felicidad, momento-burbuja, y soberanamente pum, sin el gris del fondo o de las letras. Y entonces pum,




te amo.

martes, 22 de julio de 2008

Confusión


Me quiere, no me quiere.
Te quiero, no te quiero.
Te busco, no te encuentro.
Me buscás, me pierdo.

sábado, 19 de julio de 2008

Ese vacío febril, incansable deseo de nada..

deseo de aire, de burbuja, de nada
de nadar
en agua, o en nubes
que quizá es un microscopio,
pero los ataques
mortales.

quisiera mirarte al revés
y besarte en la punta de la nariz.
intrínseco.

necesito costura y cocción.
coserme y cocerme.

viernes, 11 de julio de 2008

Guía

- Usted desea y al mismo tiempo se arrepiente de ello con miedo. Hay que superar eso. Voy a contarle una historia.
Y me contó la historia de un muchacho enamorado de una estrella. Adoraba a su estrella junto al mar, tendía sus brazos hacia ella, soñaba con ella y le dirigía todos sus pensamientos. Pero sabía o creía saber, que una estrella no podría ser abrazada por un ser humano. Creía que su destino era amar a una estrella sin esperanza; y sobre esta idea construyó todo un poema vital de renuncia y de sufrimiento silencioso y fiel que habría de purificarle y perfeccionarle. Todos sus sueños se concentraban en la estrella. Una noche estaba de nuevo junto al mar, sobre un acantilado, contemplando la estrella y ardiendo de amor hacia ella. En el momento de mayor pasión dió unos pasos hacia adelante y se lanzó al vacío, a su encuentro. Pero en el instante de tirarse pensó que era imposible y cayó a la playa destrozado. No había sabido amar. Si en el momento de lanzarse hubiera tenido la fuerza de creer firmemente en la realización de su amor, hubiese volado hacia arriba a reunirse con su estrella.
(...)
Las cosas que vemos son las mismas cosas que llevamos en nosotros. No hay más realidad que la que tenemos dentro. Por eso la mayoría de los seres humanos viven tan irrealmente; porque cree que las imágenes exteriores son la realidad y no permiten a su propio mundo interior manifestarse. Se puede ser muy feliz así, pero cuando se conoce lo otro, ya no se puede elegir el camino de la mayoría.

Demian [Fragmento] - Hermann Hesse

jueves, 10 de julio de 2008

Simulación

- ¿Cómo estás?
- Como el cielo.
- ¿Como el cielo? ¿Cómo está el cielo?
- El tuyo no sé cómo está, podrías mirar por la ventana de vez en cuando. El mío está gris, lánguido, como un monumento de resignación silenciosa. Pero no llora, ya no tiene más lágrimas.
- Yo pienso que mi cielo es un trozo discontinuo.

Sabía muy bien que ella lo quería igual, aún con sus inestabilidades, aún con sus luces de crepúsculo, si bien de a poco la noche se le cerraba encima y el negro le entraba por las pupilas y tenía que cerrar los ojos para poder ver, quedarse ciega por un rato para poderlo mirarlo como quería, sin finales abruptos, sin desarmarse, sin cenizas ni rojos, ni fisiología de matices.
Le hubiera gustado regalarle un pedazo suyo como recuerdo, una ofrenda sencilla, pero ya la tenía entera, pies, abdomen, cabeza, la línea del cuello y los ojos, un poco también del alma que seguro se escondía en los ojos, la tinta de la lapicera con las palabras adentro, pero sobre todo los ojos.
Pedía escuchar una respuesta a ese grito desesperado, al menos un mensaje pintado con un lenguaje absurdo, no un lenguaje de palabras, mejor era una melodía, unos labios apenas torciéndose en una sonrisa, una búsqueda con las manos, o en su defecto otro grito desesperado que le confirmara que el silencio no era para siempre.
Había que volver al reposo, al pensamiento curioso, a las sugerencias lentas y provocadoras. Pero siempre volver, después de alejarse volver, volver para no irse del todo, o irse un rato para volver sin quererlo, para quererse sin ir y volver.
Deshacerse de la amígdala, de todo ese sistema límbico y yacer sin susto ni reacción ni amenaza, ni esa desazón impostergable, con el sistema inmunológico entrenado para otro tipo de enfermedades, otro tipo de dolores que no eran necesariamente físicos.

Nada más que esto te pido

Flotá,
Flotá como si nadie te viera
Flotá sin preámbulos,
sin razones.
Flotá porque yo te lo digo
y no porque tenés miedo de tropezar
Dejate arrastrar por el aire,
por las nubes,
por el cielo
Y los pájaros son peces
en un mar sin algas
Volá con ellos
hacia mis manos que te esperan
abiertas
No me digas nada,
no suspires,
ni me llames.
Guardá tu voz bajo llave
Secreto inviolable.
No derrames frases,
no desperdicies sonetos,
tampoco te quejes
no fabriques miradas, dejalas salir
No me beses caminando
Esperá, flotá.
Simplemente flotá.
Flotá porque yo te lo pido.

Búsquedas

No entendés que yo
Te respiro sin nombre
Te pinto sin un pensamiento certero
Con esa sombra imprecisa
Ese sueño de mariposas
Sin contorno, sin amígdalas,
ni pelo, ni ombligo, ni dedos.
Te invento cada falange,
Vuelvo a dibujarte al lado mío,
pero esta vez con alas nuevas.
Recorto lo informe
Trazo de nuevo cada letra
Esfumo las ausencias
Te hago aparecer en cada hueco,
Agujeros negros.
Te busco en la profundidad de mi bolsillo,
y ya no te encuentro.

lunes, 7 de julio de 2008

Fisiología de los matices

Yo a vos siempre te vi azul, y violeta. En cambio yo soy más bien verde, marrón, a veces un poco de amarillo o hasta rojo intenso, no sé si me explico.
A lo mejor fue por eso que no nos complementamos.

martes, 24 de junio de 2008

Alteraciones

No hay nada más lindo que sentarme a comer papas fritas con vos, compartirnos sin palabras, e inevitablemente tener que quedarme mirando al aire con esa cara de estúpida perdida.
Contar con besos la medida de las escaleras.
Mirarte, y sentir que me miro a mí, sentir que estoy mirando a mi realidad, y que mi realidad sos vos

o bien,


Sentarme a comer palabras con vos, compartirnos sin aire , e inevitablemente tener que quedarme mirando escaleras con esa cara de papa frita.
Contar con estúpida medida los besos .



El orden del factor no altera el producto.
Vos más yo, o yo más vos, es todo igual, el producto que resulta es siempre un nosotros.

martes, 17 de junio de 2008

No sabés lo bien que rebotaban

Estaban ahí, una al lado de la otra acostadas en el río, entre nosotros. eran tan hermosas, esas palabras. lástima que se escaparon, pero bueno, algún día las encontraré de vuelta y te las regalo. pero sueltas, como mucho las ato con un moño; no les gusta estar encerradas en cajas.


**

-Pará, dejame que te explique
-¿Qué me querés explicar? Si es todo lo mismo, en otros términos, pero es lo mismo.
-No, no es lo mismo
-A ver, ¿en qué difiere?
-Y... es diferente -piensa ella por un momento-. Yo podría tener sexo con cualquiera. pero sólo con vos podría hacer el amor.

lunes, 16 de junio de 2008

Friend or Foe

Desestimado no-amigo:

Me dirijo a usted con el fin de confirmarle mi desprecio, y sugerirle amablemente que se vaya al diablo. En vista de las circunstancias que a ambos nos conciernen, quisiera dedicarle estas líneas para dejar en claro los siguientes puntos, que deberán llevarse a cabo durante los próximos años de nuestra vida.

  1. Está terminantemente prohibido dirigir palabras de fraternidad, comprensión o compasión hacia el otro.
  2. Cualquier esbozo de sonrisa deberá tomarse como una prueba del sarcasmo y antipatía
  3. La hipocresía será castigada con reprimendas severas
  4. No se debe ofrecer ayuda alguna en caso de que el sujeto en cuestión esté en una situación complicada; si está dudando en qué partida tomar, se recomiendan fuertemente los actos de burla, risa fría y, si es posible, iniciativa para empeorar dicha situación
  5. Deberán por todos los medios que puedan utilizarse, mantenerse a al menos 5 (cinco) metros de distancia. Si esto no se encuentra dentro de las posibilidades, deberá alejarse hasta donde las dimensiones lo permitan, respetando todos los puntos anteriores.
  6. Si por alguna razón, las memorias invaden su mente y ablandan su frialdad, cuente hasta mil enumerando todos y cada uno de los dolores, traiciones, enfrentamientos y disgustos que el sujeto le ha provocado a través de su período de amistad.

Espero que las reglas expresadas en este documento sean respetadas y llevadas a cabo sin el menor remordimiento.

Sin más, se despide cordialmente, deseándole una vida llena de amarguras,

Ex-amigo y Principal Enemigo en la Actualidad

miércoles, 11 de junio de 2008

Judas

She set apart the piles of miscellaneous pictures scattered all across the crimson hearthrug on her bedroom floor. It was somehow painful to see each memory frozen over a piece of glossy paper, as if it had been drawn out from the deepest of her mind and placed before her.

Regina tossed away the mops of blazing red curls raining down her forehead and tried to smile as a myriad of images cut out from the past skipped like a broken record on her head.

She did not remember that picture; she strained her eyes and glared closely, the square impression barely a few inches from her nose.

Nicole’s sparkling eyes stared back. A half-drawn smile struck her dark complexion, her hair falling down her shoulders and over her cheerful expression. And beside her, Regina pulled up faces, puckering out her pout, crossed-eyed.

That had been, she thought, a wonderful day once upon a happier time. That was them, and it was perfect. She swapped the picture around; a few words scribbled down in Nicole’s uneven handwriting read the legend “Best Friends Forever”.

But unfortunately, Regina thought with stern opprobium, eternity was a myth. Hopeful, and full of wonder and promises, but a myth yet.

In a few moments, the depiction of those memories or, at least, their remnants, were drowned by a flooding sensation of frustration, anger, and resignation.

Regina glanced again at the picture with sullen eyes, stranded, abandoned, forlorn. She was marooned in the middle of her barren life, of her solitude.

Why? She had always been there fore Nicole; she had been beside her when she cried, when she was alone, scared of the vast, hostile world around her. But now she had camouflaged mimetically in the world like a chameleon, and Regina was forgotten. No longer the greatest, no longer the best. Just another face in the crowd.

She grabbed the heap of pictures with trembling hands. Though pain ached deep inside, not a single tear would roll down her cheeks. She was despondent, yet unusually strong, and adamant.

With one hasty movement, she tore apart the images on the paper, and the images in her mind.

Slightly refractory, she stood up: her dishevelled hair did not embellish her, but her expression was sheer, no flaws in it.

In a fraction of second, she thrusted the photographs into the fire, and as the flames licked the curling edges, both picture and broken friendship were consumed into ashes.

martes, 10 de junio de 2008

Les Feuilles Mortes




Al final, todos somos solamente hojas que se secan. La diferencia consiste en que a la hoja, o la flor, podés guardarla en un libro. Yo a vos te guardo muy adentro mío, y no vas a deshojarte y deshacerte en mariposas de papel.

lunes, 9 de junio de 2008

Mirame a los ojos

Él apoyó la cabeza en su pecho, dejándola descansar.
-Escucho tu corazón - le dijo -. Hace tun-tun, tun-tun.
Tun-tun, tun-tun pensó ella y sonrió. Las cosas que se le ocurrían.
-Es que está feliz porque estás vos