tag:blogger.com,1999:blog-47463409962017875832024-02-21T09:52:02.775-08:00Tengo mariposas en la cabezapero el amor, esa palabra..Lolitahttp://www.blogger.com/profile/10672432420241321067noreply@blogger.comBlogger36125tag:blogger.com,1999:blog-4746340996201787583.post-74300994096790027382011-02-10T21:22:00.000-08:002011-02-10T21:23:10.466-08:00Cuento número uno: Escaleras<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj-LnqdDu2f_YcMXUw0CJ-4YaJQKE60zwmAbGk2LFmGYBfLuz6jgTtXng5LWIQBR6MBtdP3auA9ugEjrUBUvarMuUwszafxEqzbNtNHb8f8fGJNWO_V_voHwgarTNblbM_kltf33ajdqFI/s1600/escalier.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj-LnqdDu2f_YcMXUw0CJ-4YaJQKE60zwmAbGk2LFmGYBfLuz6jgTtXng5LWIQBR6MBtdP3auA9ugEjrUBUvarMuUwszafxEqzbNtNHb8f8fGJNWO_V_voHwgarTNblbM_kltf33ajdqFI/s1600/escalier.jpg" /></a></div><br />
<br />
Me siento en el sillón, lápiz y papel a mano, y espero. La habitación está igual que hace años, las paredes forradas de bibliotecas, las botellas de whisky vacías y rellenas con arena, los libros con sus tapas de cuero verde o bordó y letras doradas, la cama prolijamente hecha, los libros sobre las mesas y más libros guardados en cajas, la lámpara sobre la mesa de luz, el placard, el cuadro viejo. Aún me recuerdo con ocho años, desempacando y hurgando entre las cajas de mudanza en busca de algún objeto maravilloso, fascinada por los teléfonos viejos, los vestidos y sombreros que luego serían suntuosos disfraces, ensimismada en un libro de Anastasia Nikolayevna repleto de fotografías en blanco y negro.<br />
El chillido rechinante de los goznes de la puerta (en un cartel colgado con la imagen de un bulldog se lee “CUIDADO: DITO”) anticipa la entrada de mi abuelo, con su andar lento y ceremonioso, su espalda recta, su mirada serena. Luego de un largo abrazo vuelvo a sentarme en el sillón. Lo miro:<br />
<br />
— ¿Me contás? — sonrío.<br />
Estoy lista para dejarme arrastrar, una vez más, como si fuera esa niña que buscaba hadas entre las margaritas, a ese país de ensueño que son las narraciones de mi abuelo.<br />
Lento y parsimonioso acomoda los almohadones y toma asiento en el sillón que está a mi derecha. Carraspea apenas, entrelaza sus manos y mira a la distancia.<br />
— En el año 1939 —comienza Dito con su voz profunda y tranquila, como iniciando un largo viaje—, mi familia se mudó de Belgrano a Vicente López. El chalet que alquilaron estaba en las calles 25 de mayo y San Martín. La dirección exacta de la casa... —hace un esfuerzo por recordar, titubea un momento y continúa: — La dirección exacta era 25 de mayo 1499. La entrada estaba justo en la esquina, y el chalet estaba en el medio del terreno, aislado; no contactaba con ninguna otra casa. Ahí vivíamos mi papá, mi mamá, mi tía Sarita y nosotros tres, tres hermanos. En ese tiempo hacíamos la vida común de siempre, pero una noche sucedió… — vacila un instante. Lo miro con ansias, expectante. “¿Qué sucedió?”, pienso, incitándolo mentalmente. Pero su serenidad jamás se ve alterada.<br />
Se detiene. Lo miro, maravillada, como cada vez que soy partícipe de sus relatos. Abstraídamente se rasca la nuca cubierta de su pelo corto y blanquecino. De pronto viene a mí un recuerdo de mis cinco o seis años, descostillándome de risa porque mi abuelo, en ese entonces con el pelo aún oscuro y largo, se peinaba los bigotes y las cejas emulando un científico loco.<br />
— Bueno, mi papá era médico interno del Sanatorio Podestá y, al hacer guardia, venía noche por medio a casa. Esa noche mi papá todavía no había llegado, así que estábamos cenando sin él. En cierto momento, mis hermanos, mi mamá y la mucama, que comía con nosotros, sintieron que abrían la puerta. Oyeron la puerta de entrada, que no se veía dese el comedor porque había una arcada que la tapaba. Luego oyeron el golpe de la puerta cerrándose, la llave que trababa la cerradura; y unos pasos que subían caminando la escalera de madera que daba al primer piso. “Ahí viene Daddy”, gritaron mis hermanos y mi mamá, creyendo que era mi padre quien había llegado. “¡Ahí viene Daddy!”. Entonces corrieron por las escaleras a saludar a mi papá... pero no había nadie.<br />
No le quito la mirada de encima, pasmada, fascinada. Me pregunto si será cierto, si habrá sucedido realmente – pero jamás habrá forma de constatarlo. Así que simplemente decido creer. Dito, siempre alto, siempre correcto, siempre con sus modales calmos y pausados, me mira un segundo y luego continúa, entrelazando sus dedos nuevamente:<br />
— No fue la única vez que algo así sucedió. Pasó muchas veces – no varias veces seguidas, pero era algo que sucedía de vez en cuando.<br />
Se detiene una vez más, dubitativo, considerando las diferentes maneras de comenzar la historia que sigue.<br />
— Un hermano de mi papá tenía un campo en Santa Fe, y a veces, cuando venía a Buenos Aires a hacer algunos trámites, se quedaba en casa; le habían dado una copia de la llave para que pudiera entrar cuando quisiera.<br />
Era de noche, tarde; mi papá no estaba, porque estaba de guardia, y mi tía Sarita estaba recostada en la cama grande que había en su habitación.<br />
1939, o tal vez algunos años más tarde. Una casa grande, antigua, con escaleras y pisos de madera. Una mujer en el baño, otra recostada en su cama, los labios color rojo anaranjado, el cabello corto y con bucles. Tres niños con pantalones cortos, chaleco y boina.<br />
— Mis hermanos estaban en su pieza y yo estaba en la pieza del fondo, que era la más grande, donde también había otra cama en la que dormía mi tío Raúl cuando se quedaba en casa —me explica, su voz profunda y lenta—. Mi mamá estaba bañándose y sintió a mi tío Raúl que abría la puerta con llave, la cerraba y volvía a trabarla, subía las escaleras y caminaba por el pasillo hasta entrar a la pieza donde estaba su cama. Seguramente estaría cansado y querría usar el baño; entonces, mi mamá gritó desde el baño: “¡Raúl, Raúl, vení, enseguida te dejo el baño, que ya termino!”. No hubo respuesta. Mi madre continuó con su tarea, y al terminar salió del baño y fue a buscarlo a la pieza que estaba enfrente para avisarle que ya podía usarlo, si quería; pero para su sorpresa, Raúl no estaba: sólo estaba yo durmiendo en mi cama.<br />
Mi mamá quedó desconcertada, pero para cerciorarse de lo que había oído y no quedarse con la duda le preguntó a mi tía Sarita.<br />
“Decime, Sarita, ¿llegó Raúl?”<br />
“Sí”, le dijo Sarita, “yo sentí que abrió la puerta, subió la escalera y entró a su pieza”.<br />
<br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgycom8z9tEP-L7Ibh7PURsNCaY7gqPtLSJmg5uggl0mQIah_UfOtCS71WyDBqNgTdK67PA5GLa7ixbM4FJmoN622DYgwr0L2_SaHO_Q9P3cW7TIAihvjZGnKaug3s1p8Qw81v3aEKzA-U/s1600/escalier1.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgycom8z9tEP-L7Ibh7PURsNCaY7gqPtLSJmg5uggl0mQIah_UfOtCS71WyDBqNgTdK67PA5GLa7ixbM4FJmoN622DYgwr0L2_SaHO_Q9P3cW7TIAihvjZGnKaug3s1p8Qw81v3aEKzA-U/s320/escalier1.jpg" width="245" /></a></div>Lolitahttp://www.blogger.com/profile/10672432420241321067noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-4746340996201787583.post-70694804949460418652011-02-03T19:36:00.000-08:002011-02-03T19:36:37.162-08:00Cuentos a la luz de la vela - Prólogo y algo más<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjui88-Aj2SOqDqerRvtUdCN_8c0zGc0mK3LT44VdXA7bnAs6DgaXKP5iGPYYwTvbf7yt32M5tjgKUhdoaQMuncZJDNUNP_UOjSZlE-jbs6QVgttWdUxq2bHH8yx6nHK6OCtnI19ij4YnQ/s1600/candlelightstories.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjui88-Aj2SOqDqerRvtUdCN_8c0zGc0mK3LT44VdXA7bnAs6DgaXKP5iGPYYwTvbf7yt32M5tjgKUhdoaQMuncZJDNUNP_UOjSZlE-jbs6QVgttWdUxq2bHH8yx6nHK6OCtnI19ij4YnQ/s1600/candlelightstories.jpg" /></a></div>A todos nos gustan los cuentos. Cuentos de hadas, de piratas, de ciencia ficción, de misterio. Nos gustan por eso, porque son cuentos; porque la realidad no siempre es agradable, porque en la realidad existe lo imposible, lo triste, lo obsceno, la guerra y la miseria. Y alejado, allá a la distancia, en un mundo ajeno, rodeado de una magia sutil y tornasolada están los cuentos, las camas mullidas, la niñez, el abrazo materno, lo imposible hecho posibilidad. Pero pienso que, además de eso, los cuentos tienen algo más. Tienen ese noséqué tan desarraigado de la vida cotidiana de café instantáneo, trenes, valijas y subtes, esas ganas de desconectarse, de, al menos por unos minutos, dejarse llevar por la voz narradora.<br />
Cuando evoco memorias de mi infancia, me es indispensable trasladarme a la casa de mis abuelos allá por el año 98.<br />
Allí, en un en una estructura casi como la que describe Hesse en Demian, estaban a la vez el mundo claro y el oscuro. El verano, las mariposas anaranjadas en las flores, el jardín de la quinta, la pileta, los perros, la casita de madera, el árbol de nísperos, el gnomo de la salamandra que nos agasajaba con chocolates todos los inviernos. También las Navidades con sus guirnaldas, el olor de las cartas escritas en marcador dorado con los pedidos más estrafalarios e incoherentes, las luciérnagas que intentábamos atrapar en frascos de vidrio, el aroma a torta, los helados, el ruido de los envoltorios, el olor a espiral, los gestos de asombro y los juguetes nuevos.<br />
Mi momento favorito, sin embargo, era el que tenía lugar durante algunas noches mágicas. Era el mundo misterioso, lleno de susurros y secretos, que se rompía como un encantamiento sobre nuestras cabezas. Este otro mundo tenía lugar entre nosotros en pocas ocasiones; pero a diferencia del mundo de Sinclair no era un mundo temido, morboso, retorcido y pecaminoso. Era una isla a la que no siempre accedíamos, un momento tan único y deseable como un trébol de cuatro hojas o un pelo de unicornio. Era un instante en el que todo era posible; de alguna manera u otra, la conversación nos había arrastrado hasta ese punto. Y ahí estábamos, entre copas de vino, el frío de las noches de verano y la música de los grillos. “En el chalet de Granny en San Fernando…”, empezaba alguno, con el aire de quien cuenta una leyenda o una confidencia. Y bastaba con esa única frase para saber que, sin quererlo, habíamos entrado a esa burbuja secreta y misteriosa que eran las narraciones de mis abuelos.<br />
Y no había opción más que escuchar. Nadie se oponía a conformar parte de este secreto mágico, puesto que en ese momento no había secreto ni historia más importante, ni música más solemne que el murmullo de la voz de mis abuelos.<br />
En la hora en que todo es posible, en que las hadas son reales, los duendes se esconden en la chimenea, el reloj da sus campanadas y el viento canta sus secretos más insondables, en esa hora mágica y perfecta, nos reuníamos en ronda, mandíbulas colgantes, los ojos entornados, la mirada perdida en mundos lejanos y recuerdos de cosas que jamás habíamos vivido, las cabezas ladeadas, los las piernas recogidas sobre los almohadones o colgando de las sillas, y nos dejábamos arrastrar en el dulce arrullo de las historias de fantasmas, aparecidos y premoniciones. No podíamos más que abandonarnos al murmullo de la voz de Dito y Martita, a la melodía de sus leyendas tan palpables y cercanas, a sus historias de aparecidos, casas encantadas y voces misteriosas. No existían lugar ni tiempo; todos nuestros sentidos estaban concentrados en tan sólo oír los misterios que nos serían revelados. No podíamos más que abandonarnos a las imágenes que salían de sus bocas y se dibujaban en el aire; la única condición era oír bien… y creer. Y nosotros nos abandonábamos gustosos, nos dejábamos arrastrar por esa incansable marea de enigmas y encantamientos que son los cuentos, nos permitíamos creer.<br />
A todos nos gustan los cuentos. Pero lo mejor de éstos es que no eran tan cuentos. Eran realidades, ciertas o no; pero eran reales, y eso es todo lo que importaba. Era una puerta miniatura, una rendija en la pared entre lo real y lo increíble por la que nos permitíamos espiar el mundo de lo fantástico y ver que, quizá, después de todo, no estaba tan lejos como creíamos.<br />
Y con este libro, lo único que espero es que el lector, arrellanado en su sillón preferido, acurrucado en la mullida comodidad de su cama o hasta sentado en un incómodo y extraordinariamente rígido asiento de tren pueda, al igual que en mis días de infancia, simplemente desconectarse por unos segundos, dejarse llevar; que puedan abandonarse como yo lo hacía, trasladarse a un cálido hogar en invierno, a una misteriosa noche de verano, olvidar por un momento el mundo de maletines, boletos de subte y facturas, y simplemente sumirse al encanto de estas historias para poder, al menos por unas horas, creer que la magia es posible. Sí, por sobre todas las cosas, creer.<br />
<br />
<b>Introducción</b><br />
<br />
Me siento en el sillón, lápiz y papel a mano, y espero. La habitación está igual que hace años, las paredes forradas de bibliotecas, las botellas de whisky vacías y rellenas con arena, los libros con sus tapas de cuero verde o bordó y letras doradas, la cama prolijamente hecha, los libros sobre las mesas y más libros guardados en cajas, la lámpara sobre la mesa de luz, el placard, el cuadro viejo. Aún me recuerdo con ocho años, desempacando y hurgando entre las cajas de mudanza en busca de algún objeto maravilloso, fascinada por los teléfonos viejos, los vestidos y sombreros que luego serían suntuosos disfraces, ensimismada en un libro de Anastasia Nikolayevna repleto de fotografías en blanco y negro.<br />
Por fin llega Dito, siempre alto, siempre correcto, siempre con sus modales calmos y pausados. Lo miro:<br />
— ¿Me contás? — sonrío.<br />
Estoy lista para dejarme arrastrar, una vez más, como si fuera esa niña que buscaba hadas entre las margaritas, a ese país de ensueño que son las narraciones de mi abuelo.<br />
<br />
<br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: left;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjfM_4FLrX9Aa2u_JlBGmM_o0f9fvy0usrdsc3XWFD4EmI7i7Vej4ty3DWTTryPsqOcCc0Wz2T2Tbd0X6l3ujuoOuX-bL8QQ5CV7aWzb7QSvldMv6bc3_1oulMfbw48wKsDN_U01CeF1zY/s1600/candlelightpainting-of-man-reading-by-candlelight.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjfM_4FLrX9Aa2u_JlBGmM_o0f9fvy0usrdsc3XWFD4EmI7i7Vej4ty3DWTTryPsqOcCc0Wz2T2Tbd0X6l3ujuoOuX-bL8QQ5CV7aWzb7QSvldMv6bc3_1oulMfbw48wKsDN_U01CeF1zY/s1600/candlelightpainting-of-man-reading-by-candlelight.jpg" /></a></div>Lolitahttp://www.blogger.com/profile/10672432420241321067noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-4746340996201787583.post-23789448445638084632010-10-18T13:08:00.001-07:002010-10-18T13:08:28.879-07:00Allá, del otro lado<!--[if gte mso 9]><xml> <w:WordDocument> <w:View>Normal</w:View> <w:Zoom>0</w:Zoom> <w:TrackMoves/> <w:TrackFormatting/> <w:PunctuationKerning/> <w:ValidateAgainstSchemas/> <w:SaveIfXMLInvalid>false</w:SaveIfXMLInvalid> <w:IgnoreMixedContent>false</w:IgnoreMixedContent> <w:AlwaysShowPlaceholderText>false</w:AlwaysShowPlaceholderText> <w:DoNotPromoteQF/> <w:LidThemeOther>EN-US</w:LidThemeOther> <w:LidThemeAsian>X-NONE</w:LidThemeAsian> <w:LidThemeComplexScript>X-NONE</w:LidThemeComplexScript> <w:Compatibility> <w:BreakWrappedTables/> <w:SnapToGridInCell/> <w:WrapTextWithPunct/> <w:UseAsianBreakRules/> <w:DontGrowAutofit/> <w:SplitPgBreakAndParaMark/> <w:DontVertAlignCellWithSp/> <w:DontBreakConstrainedForcedTables/> <w:DontVertAlignInTxbx/> <w:Word11KerningPairs/> <w:CachedColBalance/> </w:Compatibility> <m:mathPr> <m:mathFont m:val="Cambria Math"/> <m:brkBin m:val="before"/> <m:brkBinSub m:val="--"/> <m:smallFrac m:val="off"/> <m:dispDef/> <m:lMargin m:val="0"/> <m:rMargin m:val="0"/> <m:defJc m:val="centerGroup"/> <m:wrapIndent m:val="1440"/> <m:intLim m:val="subSup"/> <m:naryLim m:val="undOvr"/> </m:mathPr></w:WordDocument> </xml><![endif]--><!--[if gte mso 9]><xml> <w:LatentStyles DefLockedState="false" DefUnhideWhenUsed="true"
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<div class="MsoNormal"><span lang="ES">Con qué afán de besos<br />
se acercan mis ojos brillantes<br />
a tragar<br />
por completo<br />
los tuyos, sin lustro pero sabios</span></div><div class="MsoNormal"><br />
</div><div class="MsoNormal"><span lang="ES">Cada arruga vale una sonrisa,<br />
o<br />
veinte libros<br />
o<br />
un par de tristezas<br />
<br />
Y así, sin más, que te quiero, que no,<br />
que estás tan lejos,<br />
estás<br />
tan barco en la bruma,<br />
tan bruma en el horizonte.</span></div><div class="MsoNormal"><br />
</div><div class="MsoNormal"><span lang="ES">Pero sigues, lejos, lejos,<br />
largo.<br />
¿Te has detenido una vez siquiera a verme?</span></div><div class="MsoNormal"><br />
</div><div class="MsoNormal"><span lang="ES">No importa eso, no;<br />
así como tampoco importo yo,<br />
ni vos,<br />
ni nadie.<br />
<br />
Ni tampoco, mucho menos, el hecho<br />
de que existieras en un mundo paralelo<br />
en el que jamás podría alcanzarte.</span></div><div class="MsoNormal"><span lang="ES"><br />
¡Qué sacrilegio querer besarte,<br />
si tus primaveras caminan por la vereda de enfrente!</span></div><div class="MsoNormal"><br />
</div>Lolitahttp://www.blogger.com/profile/10672432420241321067noreply@blogger.com5tag:blogger.com,1999:blog-4746340996201787583.post-69197071897607618342010-01-15T13:28:00.000-08:002010-01-15T13:28:10.917-08:00Amor de Julio<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh9It-aP45ejggippq2YYvJV_btqgMir4KaV3PPSQ659UcvoZCva3FNDNUbaKbvvfT09ldgU0MnlmKJc1uhC5LpdcOxxZv7U320qftCUhg6m-f4xc09F5b9RJNlAhy33HUsv25uImxbRKw/s1600-h/juliocv_8_ill_883885_cortazar.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh9It-aP45ejggippq2YYvJV_btqgMir4KaV3PPSQ659UcvoZCva3FNDNUbaKbvvfT09ldgU0MnlmKJc1uhC5LpdcOxxZv7U320qftCUhg6m-f4xc09F5b9RJNlAhy33HUsv25uImxbRKw/s320/juliocv_8_ill_883885_cortazar.jpg" /></a><br />
</div>Beso tu sombra,<br />
Beso con fervor tu cenicienta réplica.<br />
Beso desesperada aquella burda imitación de tu figura<br />
que me invita a contemplarte,<br />
pero lejos de acercarte,<br />
te pierde, te desvanece en un recóndito quién sabe dónde.<br />
Beso esa pantomima de tus movimientos,<br />
frágil languidez que ridiculiza cada uno de tus bordes,<br />
mímica inútil,<br />
mímica gris,<br />
mímica triste de tu figura sublime.<br />
Beso tu ausencia, beso tu desaparición,<br />
beso tu memoria,<br />
beso, respiro, me dedico a lamer cada lunar,<br />
devoro cada peca del dorso de tu mano salpicado de estrellas.<br />
Huelo tu mano, huelo tu tabaco y tus magdalenas,<br />
huelo a París en cada dedo,<br />
huelo el frío que traés pegado en la cara,<br />
huelo la gloria de tu cuerpo, de tu ser.<br />
Beso tu sangre, la marea bermellón de tus venas,<br />
beso la ternura eterna de tus ojos ya ciegos,<br />
beso tu alegría, tus pupilas, tus párpados cerrados.<br />
Absorbo tu hálito extraviado hace tiempo,<br />
lo hago mío;<br />
absorbo tu risa caliente, bebo tu voz grave,<br />
rasguño tu recuerdo distante,<br />
te traigo hacia mí y ruego que existas, que<br />
seas mío,<br />
que tus dientes tuertos y amarillos estén<br />
aquí para poder morderme, mientras te muerdo.<br />
Te invento un altar y beso tus pies sagrados,<br />
beso tus pies, y te beso a ti,<br />
Cristo redentor de los poetas,<br />
de los soñadores.Lolitahttp://www.blogger.com/profile/10672432420241321067noreply@blogger.com9tag:blogger.com,1999:blog-4746340996201787583.post-76578116841726032392009-11-17T09:04:00.000-08:002009-11-17T09:09:41.885-08:00Las consecuencias de mandarse un mocoMarcos es un experto cuando se trata de meterse los dedos en la nariz. Se podría decir que es su hobby casi preferido, le gusta más que tocar el piano, pero menos que un picadito a las cinco de la tarde con los pibes. Se divierte durante horas hurgando en esos túneles interminables que son las fosas nasales, encontrando algún moco con el que hacer una bolita y después dejarla caer al vacío.<br />
Aunque sus padres lo retan y le prohíben mirar le televisión, a Marcos le parece que no es una actividad de la que debería avergonzarse, que sus padres hacen mucho escándalo por algo que no vale la pena, y que de todos modos la televisión no es algo que lo atraiga concretamente. Sin embargo, prefiere hacerlo a escondidas para evitar las reprimendas, aunque mientras no estén mamá y papá, le da lo mismo hacerlo donde sea.<br />
Entonces anda por todos lados con el dedito explorando un mundo nuevo dentro de la nariz. La gente ya lo conoce, ahí va Marcos, dicen cuando lo ven pasado en la bici con ese dedo husmeador, o en el asiento del colectivo, o cuando hace las compras, o cuando va trotando alrededor de la Quinta Presidencial, o incluso cuando juega al fútbol. “Dale, Marcos, usá las dos manos para atajar”, le dicen sus amigos, porque Marcos siempre va de arquero. “Nos van a matar goleando”. Pero él se niega, porque acaba de encontrar una bolita particularmente interesante, y no la quiere soltar.<br />
Cuando llueve siempre es un problema, porque no dejan de mirarlo como temerosos de que algún edificio se le caiga encima, y no paran de advertirle que tenga cuidado. Pero mirá si le va a importar, con lo que le divierte sacarse los mocos. Por supuesto, sigue caminando hasta la parada del colectivo, que como está lloviendo va a tardar un buen rato en llegar, así que en el camino va prendiendo un pucho para terminar de disfrutarlo durante la espera (tiene que retirar el dedo por un momento para cubrir al cigarrillo del viento que amaga con apagarle el encendedor).<br />
Marcos va pensando en lo que le va a decir a sus padres cuando se enteren de que no pudo terminar un examen por distraerse en su hobby habitual. Piensa que probablemente, mierda, metí un pie en el barro, que probablemente lo van a querer castigar, y otra vez toda la escena de que prohibida la tele, y que ponete a estudiar y dejate de joder con los mocos, Marcos, que se te va a quedar el dedo pegado a la nariz. Marcos pisa otro charco de barro, pero esta vez se resbala y cae hacia atrás, y un espasmo involuntario en las manos con ese afán de aferrarse a algo para evitar la caída hace que el dedo se le resbale hasta el fondo de la nariz, y por mucho que forcejea no puede sacarlo. Qué mierda voy a hacer ahora, piensa desesperado, no tanto por el problema de tener un dedo eternamente atascado en la nariz, sino más bien porque se va a llevar un regaño bastante incómodo y sonoro.<br />
Como era de esperarse, al llegar estalla una repentina cascada de gritos y laputaqueteparió, pelotudo, vení que vamos al médico. Marcos entra con cierta timidez al consultorio, y le cuenta la historia al médico, que está completamente sorprendido, y después de un par de exámenes y radiografías deciden que el dedo no va a salir, y que se va a tener que aguantar el dedo en la nariz para siempre.<br />
Cuando vuelven, se sienta en el sillón y enciende la tele. La verdad es que no le molesta el dedo, sólo que está un poco triste porque con una sola mano no va a poder tocar los Nocturnos de Chopin que siempre le gustaron tanto, porque una sola mano no le alcanza para eso.Lolitahttp://www.blogger.com/profile/10672432420241321067noreply@blogger.com5tag:blogger.com,1999:blog-4746340996201787583.post-9160269516717524422009-10-03T10:48:00.000-07:002009-10-03T10:53:25.075-07:00Peter, Peter, Pumpkin EaterMe parece que<br />me gustaría darte algo más que sólo un beso<br />Lo que pasa es que<br />no siempre<br />encontramos tan cerca lo que querríamos dar,<br />y se hace más difícil.<br />No sé, tantos enojos, tanta furia<br />¿para qué? si al final<br />los dos sabemos bien que un abrazo disuelve todo<br />Entonces no tengo que gritarte,<br />ni tenés que pedirme<br />cosas absurdas como si no te las diera ya<br />desde un principio.<br />Pero qué difícil decirte que no,<br />si para vos siempre hay un sí en la punta de la lengua<br />o por lo menos un ‘te quiero’,<br />porque incluso sin sogas no somos libres<br />Digo, ¿no?<br />A lo mejor te amo más de lo que pensabas,<br />y no hay necesidad de que<br />me quede a vivir adentro de un zapallo.<br /><br /><div style="text-align: center;"><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjqOA-pzwwOwga5unB4apWOWseWDS75sCLSXzdSLFqBWEgQn-48wQ2s-pD_Wtkj8W2NbVcRo589mR-4G1deqQa_ZYtBBLAsqvSHjapTt7bCinGgpDa9P0v9C1Nmha8-uyPGOIZ-0U-CgjY/s1600-h/peter.jpg"><img style="margin: 0px auto 10px; display: block; text-align: center; cursor: pointer; width: 187px; height: 288px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjqOA-pzwwOwga5unB4apWOWseWDS75sCLSXzdSLFqBWEgQn-48wQ2s-pD_Wtkj8W2NbVcRo589mR-4G1deqQa_ZYtBBLAsqvSHjapTt7bCinGgpDa9P0v9C1Nmha8-uyPGOIZ-0U-CgjY/s400/peter.jpg" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5388433099631345394" border="0" /></a><span style="color: rgb(153, 153, 153);font-size:85%;" >Peter, Peter, pumpkin-eater<br />Had a wife and couldn't keep her;<br />He put her in a pumpkin shell,<br />And there he kept her very well.</span><span style="color: rgb(153, 153, 153);"><span style="font-size:85%;"></span></span></div>Lolitahttp://www.blogger.com/profile/10672432420241321067noreply@blogger.com7tag:blogger.com,1999:blog-4746340996201787583.post-37964014073196955202009-08-14T20:25:00.000-07:002009-08-18T10:32:05.000-07:00Automne<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhsqm2zUjudGt5YTikaFOY4zCna7H4gAlxB8MbgmAFlwuUaEuhFgyiYA8gZjN6mrVrap0YRrqpJ60haBrZ3fqAxuooQlOqMVs3g6HnFr7DT8XwkwoWuDJ3ciNh20pOUysI29j-je6ivJyE/s1600-h/paris_oto%C3%B1o_Autumn_signs_by_gilad.jpg"><img style="margin: 0pt 10px 10px 0pt; float: left; cursor: pointer; width: 342px; height: 255px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhsqm2zUjudGt5YTikaFOY4zCna7H4gAlxB8MbgmAFlwuUaEuhFgyiYA8gZjN6mrVrap0YRrqpJ60haBrZ3fqAxuooQlOqMVs3g6HnFr7DT8XwkwoWuDJ3ciNh20pOUysI29j-je6ivJyE/s400/paris_oto%C3%B1o_Autumn_signs_by_gilad.jpg" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5370029140784731442" border="0" /></a><br /><br /><div style="text-align: right; font-style: italic;">Automne au ciel brumeux, aux horizons navrants.<br />Aux rapides couchants, aux aurores pâlies,<br />Je regarde couler, comme l’eau du torrent,<br />Tes jours faits de mélancolie.<br /><br />Automne - G. Fauré<br /></div><br /><br /><br /><br /><br /><br />Tenía los ojos castaños como el otoño, eso siempre lo había dicho. Tan lindos, marrones, profundos. Ella los miraba y pensaba en un hada, en un bosque.<br />- Caminemos un rato – le dijo él. Ella asintió. - ¿Viajaste bien? – Asintió de nuevo, siempre callada.<br />No estaba muy segura por qué, pero empezaba a hacer calor y con cada rayo de sol sentía un poco más de miedo, como si los halos dorados no fueran una caricia cálida, sino que más bien la atravesaban dolorosamente. Sabía que iba a ser corto.<br />Él paró en seco, miraba al suelo, a una hoja muerta que yacía al pie de un árbol. Un roble quizá; su atención estaba acaparada en algún otro lado.<br />- ¿Pensás hablar? – le espetó un poco brusca, arrepintiéndose al instante. No era su intención ser grosera, pero quería que todo fuera lo más rápido posible.<br />- Sí, pero esperá. Dame un momento. Tiempo. – respiró lenta y profundamente, como cada largo hálito le perforara los pulmones, como si cada vez que el aire entraba le doliera en el alma.<br />Sí, tiempo. Y también dicen que el tiempo cura. Pero, “<span style="font-style: italic;">¿No era acaso el tiempo la sustancia de todo sufrimiento? ¿No era el tiempo la causa misma de todo temor y toda tortura?”</span>. Lo último que quería en ese momento era aun más tiempo de espera.<br />- Mirá, Verónica... No lo quiero alargar más.<br />Ahí viene. Ahí se acerca, ahí se oye el avión de guerra, el silbido apagado y lejano, ahí se aproxima Hiroshima.<br />- Nada más es que...<br />- Mirame a los ojos – le suplicó.<br />- ¿Qué? – respondió él, con un aire un poco confundido.<br />- Eso, que me mires a los ojos.<br />- Bueno... – alzó la vista, y le clavó la mirada hasta el fondo, si es que existía un fondo, con sus ojos de otoño, que a ella tanto le gustaban. Cuando retomó, un poco reticente, le temblaba ligeramente la voz:- Se terminó, Verónica. Perdoname, de verdad... – Verónica desvió la mirada -. No, no, escuchame. Escuchame, mirame a los ojos. Vos me pediste que te mirara, ahora mirame. Tenía que...<br />- Decime una cosa – lo interrumpió, insertándole las pupilas nuevamente en el otoño de sus ojos.<br />Él hizo silencio, obediente. Ella volvió a callar. Retomó, luego, con un fino hilo de voz suspendido en la garganta:<br />- Decime una cosa... ¿todavía me amás?<br />Y entonces, en Otoño llovió.Lolitahttp://www.blogger.com/profile/10672432420241321067noreply@blogger.com4tag:blogger.com,1999:blog-4746340996201787583.post-40119178343628674662009-03-29T13:39:00.000-07:002009-03-29T13:52:48.406-07:00Escalera al cielo<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="http://www.sciencenews.org/pages/sn_arc98/5_23_98/garlic.jpg"><img style="margin: 0px auto 10px; display: block; text-align: center; cursor: pointer; width: 288px; height: 320px;" src="http://www.sciencenews.org/pages/sn_arc98/5_23_98/garlic.jpg" alt="" border="0" /></a><br /><div style="text-align: center;"><span style="color: rgb(102, 102, 102);font-size:85%;" ><span style="font-style: italic;">Ceci n'est pas une gousse d'ail</span></span><br /></div><br />Una amiga solía repetirme que a mí siempre me pasan cosas raras. No sé si es verdad, o que yo me asombro demasiado por nimiedades, por sorpresas de nada, pero lo cierto es que al menos así la medida del aburrimiento se reduce un poco, y puedo encontrarme una mitología debajo del sofá cama o un poema en el placard.<br />La verdad es que pienso que lo que a mí me sucede es muy común, pero siempre me sorprendo por cualquier bobería, y de ahí surge toda una historia fantástica, y el destino irreverente que le gusta jugar, y los comentarios, el asombro de los vecinos y el chusmerío, que cómo puede ser, que si ella era o no era, que el pararrayos o el gato del vecindario. En fin.<br />Hasta este momento fui testigo de cientos de hazañas llevadas a cabo por árboles de naranjas, tornillos de la suerte que me regalan viajes al Caribe o una ficha de subte que termina en una fortuna o un billete de lotería; relatar todas las historias sería tan inútil y aburrido como intentar escribir una autobiografía sumamente detallada del día a día: la memoria es traicionera, y en ocasiones la vida de uno puede ser tan fascinante como una babosa inerte en su viscosidad gris. No nos detengamos, entonces, en estas pavadas cuando hay todo un relato esperando por ser contado.<br />Creo yo, y no dudo que otros opinarán lo mismo, que no hay nada tan corriente como un diente de ajo. Sí, un diente de ajo, de ése que se encuentra en el supermercado, el almacén, en el inmigrante que los vende en promoción por un peso las cinco cabezas, en la cocina. Sobre todo en la cocina, eso si al cocinero le gustan las recetas con ajo o le tiene fobia a los vampiros, cosa que puede resultar bastante común en países con un nivel muy alto de folclorismo y leyendas que se esconden en cada esquina.<br />El problema de un diente de ajo es cuando cobra vida. En realidad, depende de su educación y su naturaleza: es decir, si es tímido puede simplemente saltar por la ventana y buscar un hueco en el patio dónde dormir, aunque otros, los más rebeldes, es probable que quieran exhibir sus destrezas haciendo enchastres con la otra comida antes de machucarse la nariz contra las baldosas o los azulejos decorados con los dibujos de maíz<br />El verdadero problema radica en los que se exceden en su rebeldía hasta el punto de una agresividad peligrosa. Este último es el que me atacó cuando estaba cocinando.<br />No era una gran hazaña para mí, más que lo cotidiano de cuidarse del fuego de la hornalla, de que no se caiga el agua de las cacerolas, etc.<br />Estaba calentando la salsa para los fideos, había rebanado las cebollas, y me dediqué a sacrificar a mi ajo. Le estaba sacando el corazón, esa parte del medio (porque me dijeron que lo sacara, no recuerdo por qué, pero yo lo saco igual), y al terminar procedí a trozar el cuerpo (la cabeza, mejor dicho) blanco de mi ajo. Me acerqué con la afilada cuchilla firme en mi mano, despreocupada, libre de toda culpa. Y ahí, en cuanto quise cortarlo, saltó. Un pedacito brincó hacia una taza que se estaba secando tranquila en su lugar, el otro se abalanzó con furia sobre mi rostro y me picó un ojo.<br />— ¡Ajo de porquería! — le grité, cubriéndome la cara con las manos, comprimiendo mi ojo derecho que ardía y lagrimeaba.<br />Trémula, quise arrojarlo dentro de la olla hirviendo, pero sus ojos ciegos e invisibles me intimidaban, me observaban fijo y temí por mi vida. Mi cuerpo entero era una frágil hoja en el viento, o una burbuja ligera flotando en un torbellino. ‘Sabe leer la mente’, aluciné en un ataque de paranoia, y no supe si aún me atrevía a asesinarlo como había planeado en un principio, o si prefería dejarlo salirse con la suya con tal de que me dejara en mi cocina, tranquila, con mi salsa y mis fideos.<br />No me atrevía a quitarle los ojos de encima, convencida de que en cualquier instante de distracción atacaría nuevamente. <span style="font-style: italic;">«Miralo»</span> empecé a pensar, ocultándome detrás de la puerta, <span style="font-style: italic;">«Mirá como espera agazapado la oportunidad para saltarme encima. Está completamente loco. Desquiciado, ¡eso es!, desquiciado, un lunático»</span>.<br />Aguardé, pero no parecía tener intenciones de moverse. De seguro su distracción tan evidente era parte de su plan, esperando a que yo me acercara, tranquila y despreocupada, segura de que había sido un desvarío, para abalanzarse sobre mí y asesinarme; así que me decidí: era actuar en ese momento, o jamás volver a ver la luz del sol. Atropelladamente le tiré con lo que tenía más cerca, una cacerola un poco oxidada y chamuscada, hasta aplastar su cuerpito endeble y sus ojos furiosos, sanguinarios, homicidas.<br />Entonces se me ocurrió que lo lógico era dejarme llevar por un impulso de supervivencia, hacer caso a esa vocecita de adentro que siempre me redactaba sonetos y ahora me contaba cómo hacer para sobrevivir a los malos tiempos, puesto que esa vocecita casi siempre tenía razón; y digo casi siempre porque todos cometemos errores, si bien las pocas veces que no le llevé el apunte sufrí consecuencias horribles, así que, supuse, lo razonable en este momento que tan ofuscada estaba para elucubrar alguna estrategia minuciosa que me permitiera escapar era realizar todas y cada una de las conjeturas que me dictaminaba, ya sucediera que tuviese o no razón.<br />Sin siquiera detenerme a discurrir acerca de lo que estaba haciendo, como flotando en un viento nebuloso y estupefaciente, revisé las plantas, cada una, me aseguré de que la tierra un poco reseca ya por el descuido de las últimas semanas no se tragara el líquido como una enorme garganta, aunque el olor me sofocara las fosas nasales y me ardiera, y los ojos me lagrimearan, inspeccioné cada rincón y cada escondrijo, empapando los tablones de madera, las pelusas y hasta quizá alguna pobre rata que se escondía en su recoveco. Salí de la casa como en un ensueño, y en el fondo crecía desde el suelo un gran infierno, no lo veía porque temía darme vuelta y ver a mi enemigo, si bien tenía la certeza de haber acabado con él, pero aunque no tuviera el coraje de mirar para atrás sabía que era un enorme infierno rojo por ese olor a azufre y a kerosene.Lolitahttp://www.blogger.com/profile/10672432420241321067noreply@blogger.com12tag:blogger.com,1999:blog-4746340996201787583.post-63203766181582941972009-03-11T11:17:00.000-07:002009-03-11T12:01:34.469-07:00Dalila<meta equiv="Content-Type" content="text/html; charset=utf-8"><meta name="ProgId" content="Word.Document"><meta name="Generator" content="Microsoft Word 11"><meta name="Originator" content="Microsoft Word 11"><link rel="File-List" href="file:///C:%5CWindows%5CTemp%5Cmsohtml1%5C01%5Cclip_filelist.xml"><!--[if gte mso 9]><xml> <w:worddocument> <w:view>Normal</w:View> <w:zoom>0</w:Zoom> <w:hyphenationzone>21</w:HyphenationZone> <w:punctuationkerning/> <w:validateagainstschemas/> <w:saveifxmlinvalid>false</w:SaveIfXMLInvalid> <w:ignoremixedcontent>false</w:IgnoreMixedContent> <w:alwaysshowplaceholdertext>false</w:AlwaysShowPlaceholderText> <w:compatibility> <w:breakwrappedtables/> <w:snaptogridincell/> <w:wraptextwithpunct/> <w:useasianbreakrules/> <w:dontgrowautofit/> </w:Compatibility> <w:browserlevel>MicrosoftInternetExplorer4</w:BrowserLevel> </w:WordDocument> </xml><![endif]--><!--[if gte mso 9]><xml> <w:latentstyles deflockedstate="false" latentstylecount="156"> </w:LatentStyles> </xml><![endif]--><style> <!-- /* Style Definitions */ p.MsoNormal, li.MsoNormal, div.MsoNormal {mso-style-parent:""; margin:0cm; margin-bottom:.0001pt; mso-pagination:widow-orphan; font-size:12.0pt; font-family:"Times New Roman"; mso-fareast-font-family:"Times New Roman";} @page Section1 {size:595.3pt 841.9pt; margin:70.85pt 3.0cm 70.85pt 3.0cm; mso-header-margin:35.4pt; mso-footer-margin:35.4pt; mso-paper-source:0;} div.Section1 {page:Section1;} --> </style><!--[if gte mso 10]> <style> /* Style Definitions */ table.MsoNormalTable {mso-style-name:"Tabla normal"; mso-tstyle-rowband-size:0; mso-tstyle-colband-size:0; mso-style-noshow:yes; mso-style-parent:""; mso-padding-alt:0cm 5.4pt 0cm 5.4pt; mso-para-margin:0cm; mso-para-margin-bottom:.0001pt; mso-pagination:widow-orphan; font-size:10.0pt; font-family:"Times New Roman"; mso-ansi-language:#0400; mso-fareast-language:#0400; mso-bidi-language:#0400;} </style> <![endif]-->Temía confesar, pero no habitaban en su mente otros pensamientos que los de su fatal secreto. Mientras la veía dormir, angelical y agraciada, sus largos cabellos desparramados por las sábanas que se recortaban contra su cuerpo desnudo, sonrió con dolor.
<br />
<br />Los filisteos ardían en sed de venganza, y harían lo que fuese para alcanzar el tan ansiado triunfo. Era él, o ella. ¿Estaría dispuesto a perder nuevamente a la persona que amaba por el honor de su pueblo? Tres veces había dado una respuesta errónea; estaba consciente de que, si no entregaba su secreto, las consecuencias repercutirían en su futuro. Fue entonces que, a la cuarta vez de haberle preguntado, confesó.
<br />
<br />Ya su difunta mujer había sido arrancada de sus brazos y muerta en manos de filisteos. No podía dejar que sucediera otra vez, no ahora que finalmente había reencontrado el amor... Ella era su sostén.
<br />
<br />En el fondo sabía que ella lo traicionaría en cuanto encontrase la ocasión, que no haría falta más que algunas monedas para que ella lo vendiera a sus enemigos. ¿Lo amaba acaso ella de verdad?
<br />
<br />La vio retorcerse en sus sueños y abrazar la almohada, su omóplato livianamente curvándose como si fuera un ala. Eso es lo que era, un ángel. Casi podía ver su aura dorada emanando de su esbelto cuerpo. Ella era su perdición.
<br />
<br />Finalmente, se vio lentamente succionado, arrastrado por las arenas del sueño, en la que se mezclaban manchas borrosas de colores apagados, y hubiera querido despertar.
<br />
<br />Cuando abrió los ojos, ella estaba allí sentada, con un par de tijeras en las manos, sus ojos húmedos, debatiéndose entre quién sabe qué promiscuos pensamientos, indecisa. Él, dolido, comprendió. Le sonrió con dulzura, y la besó tiernamente, recordándole que era hermosa, y dejó que su largo cabello fuera víctima de sus manos apresuradas, su hipo haciéndole cortar mechones irregulares que caían a la par de sus lágrimas agridulces.
<br />
<br />La besó una vez más, y le dijo que había hecho bien, sabiendo que probablemente sería la última vez que se verían, la última vez que harían el amor; sabiendo que su fuerza no estaba en su cabello, que su debilidad no estaba en las tijeras: tanto su fuerza como su debilidad, estaban en ella. Y con las últimas luces del alba, sus cuerpos se durmieron flanqueados el uno por el otro, revestidos en sábanas y mechones y una tijera.Lolitahttp://www.blogger.com/profile/10672432420241321067noreply@blogger.com9tag:blogger.com,1999:blog-4746340996201787583.post-20322721381382773642009-01-26T10:07:00.000-08:002009-01-26T10:11:15.169-08:00Te recuerdo como eras en el último otoñoCuando empezaron los golpes, afuera la noche estaba llena de ojos, el viento frío del otoño refrescaba las veredas y barría las hojas secas. El tic tac de las agujas corría una interminable carrera, marcando las pisadas del tiempo que apestaba a humedad y encierro.<br />Reinaba una especie de silencio respetuoso, como aquel que se establece en una sala de hospital, como una sutil capa de quietud estática. Las voces eran nada más que el sueño de un susurro amortiguado; el cadáver de la torta de cumpleaños ¿feliz? yacía entre migajas de tristeza, las colillas colmando el cenicero que esperaba una nueva llovizna de estrellas grises, los vasos con gaseosas baratas a medio tomar sobre la mesa.<br />Al primer ruido nadie dijo nada; fue después del segundo o tercero que las miradas se buscaron incómodas al no poder ignorar el continuado ataque de los puños que arremetían contra las persianas, o la pared, o la puerta, todo contenido dentro de aquella habitación en la que se encontraba encerrado, ave y león enfurecido en cautiverio.<br />— ¿Querés que vayamos yendo?<br />Los golpes se hicieron más insistentes, como queriendo liberarse. Pero no eran las paredes las que lo enjaulaban. Pum, pum. Cada estallido era una aguja en una herida jamás cicatrizada.<br />Carlos se levantó de su silla, y las miradas intentaron distraerse nuevamente en sus quehaceres, pero la atención se centraba disimuladamente en esas cuatro paredes donde él estaba, brutal y herido, bestia y víctima, ahora extirpando su agonía en aullidos y lamentos.<br />En la calle a lo lejos sonaba la música, se oía como si fuera de otro mundo el aire de fiesta.<br />Néstor encendió sus L&M mentolados con manos temblorosas, reteniendo las lágrimas que los ojos no lloraban, en su nerviosismo crónico. Los cigarrillos eran su única salida de escape por la que despedía esos gases tóxicos de su alma en la vida diaria. Bastaba con unas pitadas mientras el humo caliente en su boca era un barco, un dinosaurio o una princesa.<br /><br /><span style="font-style: italic;">Hundido en mi quebranto,</span><br /><span style="font-style: italic;">Las lágrimas trenzadas</span><br /><span style="font-style: italic;">Se niegan a brotar,</span><br /><span style="font-style: italic;">Y no tengo el consuelo</span><br /><span style="font-style: italic;">De poder llorar...</span><br /><br />El aire estaba infectado de fantasmas del recuerdo. Imágenes amarillentas de un niño sonriendo con un pantalón emparchado, feliz y despreocupado, lo remontaban hacía un pasado que parecía horriblemente lejano, apenas la sombra de una memoria, y un frío nauseabundo le oprimió el pecho y la boca del estómago. Y los tangos de su juventud se repetían como un disco, una y otra vez en su cabeza, su vida una trágica melodía.<br /><br /><span style="font-style: italic;">¿Por qué sus alas tan cruel quemó la vida?</span><br /><span style="font-style: italic;">¿Por qué esa mueca siniestra de la suerte...?</span><br /><br />Y ahí estaba ese niño ahora, cuarenta años más tarde, tras esa puerta entreabierta, meciéndose agazapado en una cama deshecha, gritándole a enemigos invisibles, balbuceando una especie de mantra ininteligible de dolores escondidos bajo una alfombra de silencios, los ojos lunáticos perdidos en recuerdos deformados.<br />Su sufrimiento llegaba hacia cada uno de los presentes, como un veneno desperdigándose por el aire viciado de cigarrillo y enfermedad, ahogándolos, doliéndoles bajo la piel, ardiéndoles por las venas, lentamente, dolorosamente. Pero ninguno, creía, ninguno sufría como él.<br /><br /><span style="font-style: italic;">Sé que esta noche vendrán caras extrañas,</span><br /><span style="font-style: italic;">Con su limosna de alivio a mi tormento</span><br /><br />De a poco, los aullidos fueron disminuyendo, hasta perderse en una nada enmudecida, disipándose en un vago arrastrar de monosílabos con un dejo de llanto.<br />El viento soplaba más fuerte, pero las pastillas finalmente hicieron su efecto, y un cigarrillo temblequeaba entre sus dedos.<br />Las miradas volvieron a los naipes, a la yerba y el mate, a los crucigramas.<br />— Se calmó, parece.<br />Todos asintieron, perdidos, distraídos. Distraídos, pero el dolor aún estaba ahí.<br /><br /><span style="font-style: italic;">Todo es mentira, mentira es el lamento</span><br /><span style="font-style: italic;">...hoy está solo mi corazón.</span>Lolitahttp://www.blogger.com/profile/10672432420241321067noreply@blogger.com8tag:blogger.com,1999:blog-4746340996201787583.post-34396545101140537962009-01-25T12:17:00.000-08:002009-01-25T12:45:15.003-08:00Sans Titre<span style="font-size:100%;"><span style="font-family:trebuchet ms;">Esperaba sentada al lado de aquel ventanal en el café, mirando, aguardando. Eran las diez y siete minutos, habían acordado para las nueve y media, pero claro, él siempre había sido impuntual, y sintió una punzada de odio en la boca del estómago. Al final lo vio cruzar la calle, siempre peinado y con esos trajes impecables, el portafolio en la mano.</span><br /><span style="font-family:trebuchet ms;">Entró al café, sus ojos de pronto encontraron un rostro familiar, y con una sonrisa se acercó y se sentó, y pidió un café con medialunas porque estaba hambriento y cansado por el trabajo.</span><br /><span style="font-family:trebuchet ms;">Sí, el siempre cansado, pensó, siempre tenía algo, siempre un dolor de cabeza, o fatiga, o lo que fuera, por más mínimo en insignificante, siempre que ella estuviera mal, él tenía algo peor de lo que quejarse. Y aunque tenía muchas ganas de decírselo, sonrió.</span><br /><span style="font-family:trebuchet ms;">— Llegaste un poco tarde, ¿qué pasó?</span><br /><span style="font-family:trebuchet ms;">— Se atrasó un poco el tren, no sabés lo que fue la espera, hacía un calor infernal</span><br /><span style="font-family:trebuchet ms;">Sí, vení a hablarme del calor a mí, pensó, ayer me tuviste dos horas y media esperando abajo del sol.</span><br /><span style="font-family:trebuchet ms;">— ¿Ah, sí? Mirá vos, yo ni lo sentí... Qué bárbaro, che. ¿Y el trabajo?</span><br /><span style="font-family:trebuchet ms;">— Bien, bien, pero estoy cansadísimo — tomó un sorbo de café —. Te veo más rellenita, ¿subiste de peso?</span><br /><span style="font-family:trebuchet ms;">Infaltable una crítica de su parte. No sabía si era a propósito o de estúpido nada más...</span><br /><span style="font-family:trebuchet ms;">— Sí, puede ser, la verdad que ni me pesé.</span><br /><span style="font-family:trebuchet ms;">— Qué buenas están las medialunas... ¿Querés? Comé, están buenísimas.</span><br /><span style="font-family:trebuchet ms;">Cínico, pensó, hijo de puta. La táctica de siempre, insultar, y ofrecer, atacar, y acariciar, apuñalar y besar.</span><br /><span style="font-family:trebuchet ms;">— No, no, gracias, no tengo hambre.</span><br /><span style="font-family:trebuchet ms;">— ¿Seguro?</span><br /><span style="font-family:trebuchet ms;">— Sí, seguro</span><br /><span style="font-family:trebuchet ms;">— Bueno, está bien... ¿Y ese vestido? ¿Es nuevo?</span><br /><span style="font-family:trebuchet ms;">— No, hace tres meses que lo tengo...</span><br /><span style="font-family:trebuchet ms;">— Ah, qué raro. No me gusta mucho cómo te queda ese color, hay otros mejores... Igual está bien, si a vos te gusta.</span><br /><span style="font-family:trebuchet ms;">Calmate. Respirá hondo. Tranquila.</span><br /><span style="font-family:trebuchet ms;">— Sí, puede ser... No es uno de mis vestidos favoritos, igual. ¿Che, querés ir a dar una vuelta?</span><br /><span style="font-family:trebuchet ms;">— Ahora no, estoy muy cansado...</span><br /><span style="font-family:trebuchet ms;">Por supuesto, para ella nunca tuvo tiempo y jamás lo tendría. Siempre que tuvieran que salir a algún lugar juntos él estaba cansado. Pero cuando lo llamaban sus amigos para jugar al fútbol, o alguna de sus “amigas”, pensó con cierto recelo, para salir a cenar, se curaba en seguida. Hipócrita.</span><br /><span style="font-family:trebuchet ms;">— Dale, terminá el café y vamos a caminar por ahí.</span><br /><span style="font-family:trebuchet ms;">— Bueno, pero esperá que me tomo una aspirina.</span><br /><span style="font-family:trebuchet ms;">Accedió, el hipocondríaco. No podía evitar tener algún malestar por alguna tarde. Miralo, cómo exagera, cómo frunce el ceño y se toca la frente.</span><br /><span style="font-family:trebuchet ms;">— ¿No tendré fiebre, che?</span><br /><span style="font-family:trebuchet ms;">No, qué vas a tener fiebre, con la cantidad de remedios que ingerís</span> por día alcanza para el dolor d<span style="font-family: trebuchet ms;">e cabeza de medio batallón de soldados con piernas amputadas.</span><br /><span style="font-family: trebuchet ms;font-family:trebuchet ms;" >— No sé, después cuando volvemos a casa te fijás, traigo el termómetro y te tomamos la temperatura.</span><br /><span style="font-family: trebuchet ms;font-family:trebuchet ms;" >Con una mano llamó a uno de los empleados del café, y ella lo miraba, al borde de la histeria, repudiando cada movimiento, cada gesto que hacía.</span><br /><span style="font-family: trebuchet ms;font-family:trebuchet ms;" >— Ah, por cierto... Para esta noche cociné pizza.</span><br /></span><span style="font-family: trebuchet ms;">— ¿Cocinaste? ¿Vos? — se río con sarcasmo —. No me gusta mucho la masa casera, además siempre te sale muy harinosa.</span><span style="font-size:100%;"><br /><span style="font-family:trebuchet ms;">Dejá de quejarte por todo lo que hago, por dios, dejá de quejarte. Algún día...</span><br /><span style="font-family:trebuchet ms;">— Pero mirá que la hice con receta, medí bien las cantidades y todo, ¿eh?</span><br /><span style="font-family:trebuchet ms;">— Como digas...</span><br /><span style="font-family:trebuchet ms;">Esa respuesta indiferente la sacaba de quicio. La enloquecía, la irritaba profundamente. Pero nuevamente, al levantarse, sonrío. Salieron tomados del brazo, (sentía asco, repulsión por ese ser pernicioso, sucio, enfermizo, pero disimuló), caminaron dos cuadras, llegaron a la plaza y se sentaron en un banco. A esa hora no había nadie, así que metió la mano en el bolsillo del tapado.</span><br /><span style="font-family:trebuchet ms;">Y poniéndole la punta del revólver en la nuca, lanzó una carcajada lunática, y descargó con la última bala todos los años de odio acumulados dentro suyo, la bronca, el dolor, las lágrimas que se había guardado por miedo a alterar su vida cotidiana, y mientras él la miraba con ojos vacíos, muertos, abiertos por el horror, ella reía, reía con carcajadas frenéticas, con una euforia incontenible, y el temor de ser descubierta era ofuscado por una alegría inconmensurable.</span><br /><span style="font-family:trebuchet ms;">— ¿Te pasa algo? Estás muy pálida... En realidad casi siempre estás pálida, pero ahora todavía más, parecés enferma...</span><br /><span style="font-family:trebuchet ms;">Sonrió.</span><br /><span style="font-family:trebuchet ms;">— No, nada, estaba pensando... No te hagas problema, pavadas mías. ¿Volvemos a casa?</span></span>Lolitahttp://www.blogger.com/profile/10672432420241321067noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-4746340996201787583.post-9495797716319036942009-01-22T19:10:00.002-08:002009-01-22T19:42:34.504-08:00Prejuicio<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="http://evajimena.files.wordpress.com/2008/06/800px-buenos_aires_-_colectivo_60_-_20061207a.jpg"><img style="margin: 0pt 0pt 10px 10px; float: right; cursor: pointer; width: 684px; height: 452px;" src="http://evajimena.files.wordpress.com/2008/06/800px-buenos_aires_-_colectivo_60_-_20061207a.jpg" alt="" border="0" /></a><span style="font-size:100%;"><span style="font-family:trebuchet ms;">La de la derecha era una adolescente típica, con anteojos de sol grandes aunque afuera estaba bastante nublado, pantalones ajustados que probablemente brillarían en la oscu</span></span><span style="font-size:100%;"><span style="font-family:trebuchet ms;">ridad y un bolso que podría llevar cómodamente a una ballena franca austral. Mascaba chicle con la boca abierta y miraba por la ventana, de a ratos dándole una mirada al celular. Sencillamente aburrida, común. Tenía cara de estúpida, de esas chicas jóvenes que prefieren</span></span><span style="font-size:100%;"><span style="font-family:trebuchet ms;"> salir a bailar y declararse embriagadas y descontroladas después de tomar un licor de</span></span><span style="font-size:100%;"><span style="font-family:trebuchet ms;"> melón antes que ver una película verdaderamente buena en el cine o leer un libro. Posiblemente bajara en San Miguel, o alguna de esas zonas más bien céntricas en donde los locales atiborrados de vidrieras se apretujan entre la gente que dispara a través de las calles como misiles.</span><br /><span style="font-family:trebuchet ms;">Dos asientos más adelante había otra mujer que parecía venir del interior. De Tucumán. O Mendoza. Mendoza, en realidad, tenía más cara de mendocina. Quizá se llamaba Roxana, el pelo oscuro bajaba en ondas hasta los hombros gordos que se veían </span></span><span style="font-size:100%;"><span style="font-family:trebuchet ms;">debajo de una musculosa azul eléctrico, la opulenta cintura doblándose en varias capas hasta las caderas anchas con pantalón blanco. Los pies con zapatos de plataforma dorados se cruzaban, y en el regazo llevaba una cartera de cuero barata que hurgaba con sus manos y sus uñas largas y rígidas como un pico de loro. Por el olor a acondicionador barato que salía de su ca</span></span><span style="font-size:100%;"><span style="font-family:trebuchet ms;">bello crespo, y la manera en que buscaba dentro de su cartera, separando con cuidado de no romperse las uñas, podría decirse que era peluquera, o empleada en una manicura.</span><br /><span style="font-family:trebuchet ms;">Guillermo desvió la vista hacia el asiento siguiente. Un hombre que... Momento. Volvió a la mendocina. En realidad tenía más cara de llamarse Claudia. Claudia, ero era, Claudia estaba mejor. Ahora sí. Un hombre (a quien le dio el nombre de José) que se rezagaba contra la ventana, la cabeza semi-colgando como una marioneta muerta, se erguí</span></span><span style="font-size:100%;"><span style="font-family:trebuchet ms;">a de a ratos, causando la impresión de no estar muy seguro en donde bajarse. Lo cual era una contrariedad, ya que su apariencia delataba a un hombre cansado volviendo de su trabajo diario, repetitivo, monótono, idéntico cada día. La piel morena estaba aun más bronceada y cuajada por el sol, así que seguramente trabajaba en las calles. Su bolsito de tela rojo decía que era vendedor ambulante. Lo imaginó subiendo y bajando de tren en tren, de colectivo en colectivo, con su bolsito rojo repartiendo golosinas derretidas por el calor y que inspiraban poca confianza a pasajeros que lo ignoraban espléndidamente y no estaban interesados en lo más mínimo en comprar alguna de sus baraterías. Sino también encajaba en un escenario de calle, parado en un puesto de diarios o vendiendo facturas resecas, aireadas y excesivamente dulces en u</span></span><span style="font-size:100%;"><span style="font-family:trebuchet ms;">na esquina. Lo vio llegando a su casa, pequeña, de uno o dos ambientes, con las paredes mohosas y repletas de grietas; su mujer sería una ama de casa descuidada que en su vida intentó buscar trabajo, ya que fue educada para servir a su marido. Cuando él llega al anochecer, se sienta a la mesa destartalada y cubierta con un mantel de plástico con quemaduras de cigarrillo mientras ella se dedica a cebarle mates, el perro hambriento se acerca a pedir algún bizcocho intoxicado por las moscas, y los niños (de nueve años para abajo) corren de u</span></span><span style="font-size:100%;"><span style="font-family:trebuchet ms;">n lado al otro, a los gritos, y él está cansado de su trabajo, de su vida, de su familia. Guillermo sintió pena por él.</span><br /><span style="font-family:trebuchet ms;">Le faltaban por lo menos cuarenta minutos para llegar a destino. Suspiró. Lo mejor sería continuar el juego. A unos pocos pasos, una muchachita medio machona se sentaba con las piernas abiertas y auriculares que resonaban en una percusión aturdidora. Practicaba inútilmente una finura falsamente femenina, con una pollera de <span style="font-style: italic;">jean</span> y una remera escotada que no podían esconder sus tatuajes de delincuente sobre sus brazos musculosos ni sus zapatillas de callejera. Si bien durante el día intentaba parecer un poco más presentable, por las noches le gustaba juntarse con amigos a tomar cerveza, fumar mucho y comer pizza, quizá hasta gritara los goles en los partidos, y no tenía ninguna aspiración más que continuar </span></span><span style="font-size:100%;"><span style="font-family:trebuchet ms;">con su trabajo mediocre de cajera de supermercado y tener dinero suficiente para salir de parranda todas las noches y volver borracha a su casa, acostarse con cualquiera y dormir cuatro horas diarias sobre una cama vomitada, para luego levantarse y atender a su trabajo en el supermercado y escaparse a fumar en los baños.</span><br /><span style="font-family:trebuchet ms;">Al lado de Claudia iba, desgreñado y cansino, un obrero, con su musculosa blanca sucia y remendada, la piel oscura y arrugada sobre la alta frente de cejas espesas, los ojos frenéticamente escudriñando con disimulo. Imaginó que llevaría una vida igualmente triste y aburrida que José, aunque en una faceta más solitaria y oscura. Imaginó su casa a-punto-de-derrumbarse, bebiendo vino en cartón, conteniendo una furia carmesí en sus profundos ojos negros, salivando en las calles y golpeando paredes o, incluso algunas veces, </span></span><span style="font-size:100%;"><span style="font-family:trebuchet ms;">mujeres.</span><br /><span style="font-family:trebuchet ms;">Un Alberto de rulos abundantes y anteojos descendió por la puerta del medio, seguido por un muchacho rubio de unos veintitantos años, no muy alto, bastante robusto. Llevaba una camiseta simple, quizá un poco ajustada para su cuerpo panzón, con alguna leyenda que no llegaba a leer. Sobre su espalda cargaba una voluminosa mochila gris y naranja, que hacía juego con la gorra del mismo color. Era inconfundiblemente un adicto a los videojuegos que pasa horas a oscuras, achanchado sobre un sillón en la sala de estar (no pudo más que imaginárselo de color naranja y considerablemente desgastado), iluminado únicamente por la fuerte luz azulada de la pantalla que le da un aspecto extrañamente mortecino, como un cadáver ahogado. Seguramente se frustraba con facilidad, escupía insultos mascullados entre dientes mientras su cara se tornaba en un gran globo rojo, y agraviara con ofensas racistas.</span><br /><span style="font-family:trebuchet ms;">Mientras tanto, una mujer con la que era su sobrina caprichosa y algo petulant</span></span><span style="font-size:100%;"><span style="font-family:trebuchet ms;">e, y una anciana que se conservaba en buen estado, subían y se acomodaban.</span><br /><span style="font-family:trebuchet ms;">La tía con su remera rosa y su aire de trabajar en una tienda de ropa para adolescentes y jóvenes que le ofrecía descuentos, y su sobrina malcriada enfurruñada en una asiento no cautivaron su atención.</span><br /><span style="font-family:trebuchet ms;">Sí lo hizo, en cambio, la anciana. Era una vieja bastante ágil, apenas rozando los sesenta años. Se vestía con soberbia, enteramente de negro, a excepción del reloj de pulsera dorado y la cadena reposando sobre su cuello que brillaban a la par de su pose altiva cual águila. Sonreía con alegría, aunque no era la dulce viejecita indefensa que apenas si puede caminar. Había que ser honesto, era dueña de un enorme carisma que enseguida generaba simpatía.</span><br /><span style="font-family:trebuchet ms;">Era como la abuela divertida que regala dinero y juguetes costosos </span></span><span style="font-size:100%;"><span style="font-family:trebuchet ms;">a sus nietos, que siempre los recibe con la alacena llena de galletas, golosinas y postres, que evita con ellos todas las normas absurdas. Conversa de todo un poco con la madre, quien ríe mucho, y reta con cariño al padre por dejar los zapatos tirados en el <span style="font-style: italic;">living-room</span>, o armar un sándwich de restos de alimentos avejentados en la heladera.</span><br /><span style="font-family:trebuchet ms;">Entonces otra idea cruzó por su cabeza, la de la verdadera historia de aquella anciana divertida; la original, la que se esconde detrás de su sonrisa impostada y se refleja en sus ojos maliciosos.</span></span><span style="font-size:100%;"><br /><span style="font-family:trebuchet ms;">La observó allí erguida, fría, calculadora, distante, elucubrando planes siniestros que la beneficiarían, ansiosa por sobrecargar a quien quisiera escucharla con profecías mustias. Era hábil, la muy <span style="font-style: italic;">hijadeputa</span>, una excelente arpía perversa y manipuladora que sometía a su familia entera a sus antojos. Con dulces compraba a los nietos, para luego exigirles que siguieran al pie de la letra sus costumbres, que rezaran con ella antes de cenar; con adulaciones e historias seducía a su nuera con historias deslumbrantes y le ofrecía todo tipo de ayuda y regalos, para luego husmear en la cocina y recetarle cómo y qué ingredientes utilizar o criticarle las masitas. Con su hijo, en cambio, era mucho más dir</span></span><span style="font-size:100%;"><span style="font-family:trebuchet ms;">ecta: ya desde niño lo tiene atrapado entre sus garras, con una simple mirada es capaz de hacerlo obedecer como un perro con la cola entre las patas, que compre tal o cual cosa para decorar la casa, que lleve a sus hijos a este colegio que siempre le pareció correcto, o que los eduque de esta otra manera.</span><br /><span style="font-family:trebuchet ms;">Sucia mentirosa, manipuladora. Dictadora, tirana, <span style="font-style: italic;">hijadeputa</span>. Me da asco, pensaba Guillermo, inconscientemente frunciendo la nariz, apestado por el hedor de mil cloacas. Asco. Me exaspera con su presencia repulsiva, tramposa vieja rancia, ma</span></span><span style="font-size:100%;"><span style="font-family:trebuchet ms;">nzana podrida empastada de tentaciones, víbora seductora sedienta de servirse de otros, serpiente vendedora de sueños falsos, aprovechadora. La imaginó colándose en las filas del banco, dirigiendo aquí y allá, humillando a su marido inválido y algo senil. La odiaba, la detestaba, e incluso esos verbos parecían minúsculos al lado de la inmensa sensación de exacerbada repugnancia que lo perturbaba. Luchaba contra sí mismo para no levantarse de su asiento, para retener sus ansias de saltar sobre su cuello forrado de piel colgante y acogotarla como una gallina.</span><br /><span style="font-family:trebuchet ms;">No lo soportaba más. Debía hacerlo, era la lucha final. Sentía ac</span></span><span style="font-size:100%;"><span style="font-family:trebuchet ms;">aso como un deber de librar al mundo de semejante bestia de perfidia; el timbre que determinaba el último round ahogaba los pasos de su corazón, mientras el vehículo se arrimaba a la acera. Entonces la vieja bajó, dejándolo desconcertado, con la ira a flor de piel. Qué más da, pensó, si total es sólo otra anciana desconocida que viaja en colectivo.</span></span>Lolitahttp://www.blogger.com/profile/10672432420241321067noreply@blogger.com3tag:blogger.com,1999:blog-4746340996201787583.post-71565724843019598172008-12-28T20:14:00.000-08:002008-12-29T05:35:15.130-08:00Homenaje a Julio Cortázar<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi8SPI8M2Lk9tl61nTBnKBP6kFm4HYUi0TFzUCgwaxmFH-wOFYq_5VocGk2gNmfDOti6ZqDviVXj0Y9Vho4-zV9zTqMy115XEMVNwYFxoOm-8gUbykwbj5wjlaFlKfO6p76ZcltgZOCHQk/s1600-h/juliocortazar_flanelle.jpg"><img style="margin: 0pt 10px 10px 0pt; float: left; cursor: pointer; width: 225px; height: 400px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi8SPI8M2Lk9tl61nTBnKBP6kFm4HYUi0TFzUCgwaxmFH-wOFYq_5VocGk2gNmfDOti6ZqDviVXj0Y9Vho4-zV9zTqMy115XEMVNwYFxoOm-8gUbykwbj5wjlaFlKfO6p76ZcltgZOCHQk/s400/juliocortazar_flanelle.jpg" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5285061844358808418" border="0" /></a><span style=";font-family:trebuchet ms;font-size:100%;" >Independientemente de lo trillado de esta idea, siento el deber-placer de escribirte, un poco porque así vuelvo a dibujarte de este lado. Verás, sos vos el desencadenante de esta adoración, el responsable de llevarla al extremo de la alabanza. Excusarás, espero, el atrevimiento con el que me dirijo hacia vos con tanta cercanía, pero es que es una cercanía necesaria, que vos mismo en cuerpo y alma lograste construir, con paciencia y esfuerzo (pero no tanto, con tanta facilidad cautivabas el cariño de tus lectores), como un castillo de cartas, aunque ni el torbellino más feroz logró derribarlo. Hoy, años después de tu muerte, tamaña construcción, proveniente de tus manos, arquitecto sublime, continúa de pie, y es por esto que te escribo.<br /><br />Bien dijo Gabriel García Márquez: “Los ídolos infunden respeto, admiración, cariño y, por supuesto, grandes envidias; Cortázar inspiraba todos esos sentimientos como muy pocos escritores, pero inspiraba además otro menos frecuente: la devoción.”<br /><br />Devoción tal que no puede describirse. Devoción absoluta, como escasos artistas logran generar. Devoción hasta el punto de ser un amor platónico, idealizado e inalcanzable, “</span>Somos este encuentro desde tiempos y espacios distintos, una anulación de esos tiempos y esos espacios<span style=";font-family:trebuchet ms;font-size:100%;" >”. Un amor separado por relojes, tormentas y polvos ancestrales; por tierra, humedad y gusanos.<br />Al irte “a mirar las flores del lado de las raíces”, dejaste del Lado de Acá a generaciones, centenares, miles, incontables devotos que suspiran hasta las lágrimas por cada frase. Tu muerte fue una y mil muertes; cada día renacés para irte otra vez<br />Catorce de Febrero. Día de los enamorados y, dado a eso que llamamos azar a falta de su verdadero nombre, a las casualidades que tanto admirabas, dejaste aquí a una multitud enamorada que, derramándose sobre tu imagen, llorando con doloroso espanto, a la vez llora con un amor inconmensurable, con calidez, con devoción. Al irte, se fue un maestro, un sueño, un ídolo, un hermano, un ejemplo, un amor.<br />Veintitantos años después, otra generación de multitudes alaban a tu fantasma, lloran tras imaginarte ahí, mirando las flores del lado de las raíces; soñándote, pensándote. Una multitud que es un Oliveira cualquiera que busca a su Maga, que te busca a vos en cada palabra, cada poema, cada letra, un ciclo elíptico de adoración, esperando quizá encontrarte, alto, barbudo y sonriente, sutil y elegantemente fumador, en alguna esquina, algún puente, alguna vidriera, en algún aliento imperceptible.<br />Hoy, te lloro porque te sentí morir otra vez; hoy te lloro porque lloro con la multitud fascinada, devota, enamorada de tu magia, tu jazz, tus gatos, del lenguaje que construiste y que hoy hablamos. Hoy, te sigo buscando, y espero encontrarte, siquiera, en un pedacito de estrella.</span>Lolitahttp://www.blogger.com/profile/10672432420241321067noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-4746340996201787583.post-73540355980621300092008-12-24T21:23:00.000-08:002008-12-24T21:24:02.316-08:00Si he de vivir..<blockquote style="font-style: italic;">Si he de vivir sin ti, que sea duro y cruento,<br />la sopa fría, los zapatos rotos, o que en mitad de la opulencia<br />se alce la rama seca de la tos, ladrándome<br />tu nombre deformado, las vocales de espuma, y en los dedos<br />se me peguen las sábanas, y nada me dé paz.<br />No aprenderé por eso a quererte mejor,<br />pero desalojado de la felicidad<br />sabré cuánta me dabas con solamente a veces estar cerca.<br /><br /><span style="font-weight: bold;">Fragmento de “Si He de Vivir” – Julio Cortázar</span></blockquote><br /><br /><br />Es difícil escribir sobre vos. Es incluso más difícil no hacerlo y resignarme a una ausencia como un hueco, como un agujero negro en el pecho, en una mente acribillada de memorias, en el alma, entregarte a una persistencia de nudo en la garganta y lágrimas que no caen y se absorben nuevamente en la cuenca de los ojos. No quiero que seas eso, quiero que tu persistencia sea, al menos, un suspiro inesperado cuando creo oír sólo silencio. Si mis ojos no pueden hacerlo, la tinta llora palabras por mí.<br />Es un estorbo inevitable el verte en mis recuerdos; lo evito, juro que lo intento, pero inevitablemente te busco en cada cosa que me recuerda a vos, como un fantasma que me hostiga con ternura, subconscientemente te pinto en paisajes inesperados.<br />Quisiera que no acudieras a mi mente sino con tu alegría siempre risueña, con ese humor óptimo de siempre, con tu cálido gigantismo de oso de felpa. Pero, contrariamente, de la mano trae consigo esas memorias más terribles, de bruma negra y pegajosa que se adhiere como petróleo y duele, ahí, en el pecho. Entonces vuelvo a ver tus pómulos fríos, tu frente alta de nácar blanco, tu rostro con una rigidez gris que no te pertenece, la sombra oscura de tus ojos que duermen eternamente en silencio, tu cabello abundante reducido a una pelusita negra que apenas llega a cubrirte la cabeza. Sin pensarlo, te imagino un hálito que te infla el pecho y por un instante creo que respirás. Pero no. Y otra vez veo tu fantasma alegre en la sala blanca de hospital (que no la vi, pero sé que es blanca, igual que tu rostro demacrado y feliz, tu rostro cansado y optimista, igual que tus alas). Y estás ahí, en el hospital y sos real, y vivo tu lucha contra el blanco llano que te devora, blanco-hospital, blanco-sábanas, blanco-glóbulos, blanco-enfermedad, blanco como una cáscara vacía. Marea blanca que te consume, marea blanca infectada.<br />Y estás ahí, te vivo otra vez, te lloro otra vez, te pido otra vez que no seas este fantasma blanco, que seas un mal sueño, te ruego otra vez que al despertar sigas respirando, que todo esto sea irreal, un cuento fantástico, una película, pero no la verdad, que el desgarro en el alma, que cada golpe de dolor furioso sea una mentira; que no te hayas ido, que hayas ganado la batalla, que seas el triunfador en ese Round contra el blanco que te consume, el blanco-hospital, blanco-sábanas, blanco-glóbulos, blanco-enfermedad. Blanco-muerte.Lolitahttp://www.blogger.com/profile/10672432420241321067noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-4746340996201787583.post-25340641647845527542008-11-28T09:01:00.000-08:002008-12-19T08:08:24.566-08:00Escrito en la arenaCada uno de los papeles tenía ese aroma particular, en el instante en que abría el sobre sabía que era de ella. Antes de decidirse, sin embargo, a rasgar el borde, le gustaba adivinar, jugar con el sobre a contraluz para que su blancura de paloma revelara algún secreto transformándose en un amarillo translúcido, recorrer con las yemas de los dedos como leyendo en Braille cada rugosidad del papel, sentirlo, disfrutarlo, hasta que la curiosidad arrebataba su delicada paciencia y no podía más que dedicarse a comprobar qué tan acertado había sido su intento – y casi nunca fallaba, ya estaba a unos pasos de ser declarado no oficialmente experto en intuiciones.<br />Era esa peculiaridad de sus instintos que lo sorprendía hasta el punto de divertirse con sus propios aciertos. En algunas ocasiones las coincidencias eran tan absurdamente cómicas que no podía evitar lanzar una carcajada que rompiera el aire como un cristal.<br />Independientemente de aquel aroma que sellaba todos los sobres, cada carta escondía su particularidad, un secreto que la diferenciaba de todas las demás cartas. Principalmente porque nunca tenían letras, ni siquiera en el sobre. Del lado delantero, el destinatario estaba identificado con una mancha: verde, irregular, inconfundible. Nadie podía engañarse y creer que estaba dirigido hacia otra persona, era inequívocamente suyo.<br />La primera carta que abrió sólo escondía sensaciones: invisibles, inodoras, incoloras. Se halló a sí mismo embargado de una risa que no podía contener, entregado a ese cosquilleo que surgía del centro del cuerpo; luego, una metamorfosis interna le empañaba los ojos, una mezcla de ternura y nostalgia, hasta ser una explosión de ira que se disolvió en una paz interior en la que se dejó flotar hasta el sueño.<br />La siguiente fue una agradable brisa que mutó en un ventarrón, casi destrozando su habitación con su cara de tormenta de verano.<br />Luego fue una lluvia de hojas secas; en el instante en que abrió el sobre comenzaron a brotar como una fuente, mientras el suelo se inundaba de hojas secas, alrededor de la lámpara de pie, sobre los sillones aterciopelados, debajo del piano se extendía una alfombra de otoño resplandeciendo en rojos, dorados y cobrizos.<br />Después vinieron más, polillas revoloteando en una nube de polvo, olores de media tarde con pasteles de frambuesas, pastafrolas y hebras de té, melodías lejanas de algún reino mágico y remoto.<br />A pesar de estas características distinguidas, el asombro lo había abandonado hace tiempo ya; fue la última carta la que más lo desconcertó, ya que jamás hubiera esperado una noticia como aquella. Por lo general ella estaba alegre, llena de ilusiones y esperanzas, sonreía (él no podía verla, pero sabía que sonreía, y que era hermosa). Pero esta vez fue distinto.<br />En cuanto un golpe en la puerta lo despertó de su ensimismamiento, se precipitó a encontrarse con ese tan anhelado mensaje que llegaba todas las semanas.<br />Sonriente, con el corazón galopando, sostuve el sobre en las manos temblorosas. Lentamente lo aproximó a su rostro. Su olfato jamás fallaba, ese aroma era inconfundible. No tenía nombre, ni se parecía a ningún otro aroma, simplemente era olor a Ella, su esencia; este sobre, de todas formas, venía acompañado por algo más. Un ligero vestigio de tristeza, quizá también algo de culpa, pero sobre todo tristeza.<br />¿Qué escondería esta vez? ¿Una arruga? ¿La oscuridad de la noche? ¿Un suspiro? Estaba asustado, perdido, sin saber qué esperar.<br />Con calma, intentando tomar todo a la ligera y no desesperar, se dejó caer en el mejor sillón encendiendo un cigarrillo. Cerró los ojos, y soltando una última bocanada de humo caliente, llevó sus dedos al borde del sobre decidido a abrirlo, olvidando el juego previo.<br />Instantáneamente, un líquido liviano y transparente comenzó a gotear, rodando hasta su regazo como los primeros indicios de lluvia, lo cual lo desconcertó aun más. ¿Lluvia? ¿Era acaso ésa su tristeza? Imposible, con los ojos cerrados no hacía frío ni viento, ni siquiera un leve soplido de hielo, aunque una sensación helada partía de adentro suyo.<br />La extraña llovizna se deslizaba, ligeramente más espesa, empapando ahora sus zapatos de cuero y medias grises que parecían una pasta húmeda aplastándose bajo sus pies, subiendo por los pantalones que se adherían a sus piernas en un remolino de tela mojada y piel.<br />Entre todo aquel embrollo de agua, una de las gotas saltó a su boca entreabierta. Claramente húmeda, pequeña, salada. ¿Un océano? No. Un océano sin su verde y sin sus peces de colores no podría ser un regalo suyo. Demasiado triste para ser de ella y su eterna sonrisa.<br />Una repentina curiosidad lo impulsó a mirar dentro del sobre, cosa que jamás se había atrevido a hacer. Nada. Agua y más agua. Y luego, tristeza, una melancolía gris y agobiante que finalmente lo iluminó y comprendió todo. Las lágrimas de sus ojos que se mezclaban con las otras lágrimas sumergiendo el <span style="font-style: italic;">living-room</span>, le decían que no sabía si volvería a recibir otro de esos sobres mágicos.<br /><div style="text-align: right;"><a href="http://www.mylivesignature.com/" target="_blank"><img src="http://signatures.mylivesignature.com/54486/387/B9C076569EB578F4865A444281D5867B.png" style="border: 0pt none ! important; background: transparent none repeat scroll 0% 0%; -moz-background-clip: -moz-initial; -moz-background-origin: -moz-initial; -moz-background-inline-policy: -moz-initial;" /></a></div>Lolitahttp://www.blogger.com/profile/10672432420241321067noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-4746340996201787583.post-62766380691533587162008-10-26T18:30:00.000-07:002008-12-19T08:07:31.051-08:00Rompiendo silenciosTe extraño. Estás acá, y por alguna razón que no logro comprender, te extraño. Es una distancia que no se puede medir en metros, o pies, o yardas – una distancia abismal y abstracta, pero que está y es aun más dolorosa que la física.<br />Quizá si desapareciera en una dimensión lejana sería más fácil encontrarnos. Podría deshilachar tu nombre para gritarlo una y mil veces, y aun así no me oirías en el vacío que nos separa (¿vacío interno?). Y aun así no te importaría.<br />Silencio. Silencio atiborrado de recuerdos que se desvanecen y nostalgias ruidosas. Me desgarro, me pudro por adentro – pero sonrío, sonrío y tal vez así engañe a la realidad. Tal vez las máscaras sean mejor que un llanto crudo, tal vez esconderme y pretender que nada cambió me ayude a seguir.<br />Y ni siquiera sé por qué tanta importancia. ¿A quién podría importarle tanto su álter ego? Si no sos más que mi propio reflejo, si lo único que pierdo es una parte de mí...Lolitahttp://www.blogger.com/profile/10672432420241321067noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4746340996201787583.post-75057523746246618862008-09-09T16:08:00.000-07:002008-12-19T08:07:50.833-08:00La magia está en la pielSeguramente la consciencia se pregunta, ¿qué es ese fuego que nace en algún punto del centro del cuerpo y se expande casi por ósmosis hasta la punta de los dedos, recorriendo cada centímetro, cada partícula que vibra con aquellas ondas invisibles?<br />Ella está encantada. Bajo el hechizo inexplicable de las miradas, y no es amor. Quizá pasión, quizá algo más oscuro, profundo e indescriptible, un sentimiento más siniestro que se apodera de la mente y de los sentidos, que la hace estremecerse desde el cuerpo hasta el alma. Un roce de la piel cálida que eriza los pelos, que irradia una fiebre consumidora. Está bajo su poderío, entregada a un dominio hipnotizante, a una fascinación indiscutible, incontrolable.<br />Él es misterio, encanto, intriga y penumbra. Él es una atracción morbosa, un silencio tenebroso que la posee, la absorbe hacia las tinieblas sin permitirle siquiera resistirse, es una aberración que la cautiva, la atrapa entre su lazo tirano, un arrebato de llamas que envuelven el todo y lo simplifican a cenizas, una incandescencia fruto de la combustión del tacto, la respiración lenta y caliente, una violencia y un dolor dulce.<br />El impulso que fluye, la libido que emana frenéticamente. La ira, la excitación, el miedo que también es seductor. La sangre que corre furiosa. El rendirse hacia los sueños más sombríos, la colisión de dos mundos disparados el uno hacia el otro sin poder detenerse a una velocidad magnética, el caos, las chispas, el humo. La barbarie, la pasión, el fuego. El fuego, la barbarie, la pasión. Energía, fogosidad, ardor.<br />Y ella no se resiste. Ella le pertenece, se sume cada vez más en esa oscuridad que la avasalla y la encandila, la conquista y la pierde. Un secreto negro y nefasto, un ímpetu de misterio y silencios y noches. La música. Ella. Él.Lolitahttp://www.blogger.com/profile/10672432420241321067noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-4746340996201787583.post-1990383255143186142008-08-29T20:41:00.000-07:002008-08-30T14:22:52.606-07:00OxímoronPodría bien decirse que seríamos la paradoja, el milagro, la imposibilidad de las leyes de la naturaleza, una deformación de la física cuántica, la eliminación de pleonasmos. <span style="font-style:italic;">“Así los gnósticos hablaron de una luz oscura; los alquimistas, de un sol negro.”</span><br />Impredecible, sorprendente, irónicamente correcto. Pero sobre todo seríamos fuego, pasión, penumbra dulce y profunda, enigma irresoluble, quizá una oscura melodía de Mozart, un piano íntegro y estruendoso, una tormenta de viento y nubes negras y relámpagos como estrías luminosas.<br />Yo no sé qué seríamos si no fuéramos nosotros. (Pero afortunadamente lo somos)Lolitahttp://www.blogger.com/profile/10672432420241321067noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-4746340996201787583.post-3362381739709299802008-08-19T15:29:00.000-07:002008-08-19T15:31:12.086-07:00A piacereMe gusta la época del año en la que se te van los fantasmitas. Ahí, cuando las hojas muertas ya encontraron su lecho en las veredas, y yo me pregunto a dónde irán. Abramos bien grandes los ojos, pensemos en Júpiter o en Nueva York, quizás te sienta venir de otra galaxia, en una paloma como una estrella fugaz.<br />Es justo que nadie hable de lo que fuimos nosotros. Las páginas se borraron con la lluvia, igual que tus cartas cuando me las olvidé bajo el árbol deshojado, yo estaba triste porque vos te ibas y en cada paso que contaba, te sentía un poco más lejos de mí. Y ahí vi el primer fantasmita que se escapaba entre tus labios, apenas una neblinita misteriosa que salía disimuladamente como vapor y se extinguía en el aire. Aun sigo preguntándome a dónde se habrá ido, si bien tengo la certeza de que ése no era el único y aunque se te hinche la cabeza por la cantidad de libros leídos, siempre, siempre va a salir uno más.<br />Las puertas se cerraron todas a la vez, como si quisieran escondernos algo. Figurativamente hablando, claro, bien sabíamos que eran todas ventanas. Nos dejamos hundir por el chiste fácil, sí, suspiramos en cada ventana y atrapamos el aire con una mano. Estábamos errados al pensar que si no fuéramos nosotros, o si no quisiéramos serlo, seríamos otra cosa que no es lo que ahora somos, porque quizá ni siquiera seríamos: “Existencia es lo que nunca es objeto”, claves del existencialismo, aunque no estamos para falacias sobre la libertad de elegir, bien sabemos que el amor es tirano y sustantivo, y nosotros, simples mortales, no podemos más que respetarlo con sumisión.<br />[i]Ruby Slippers[/i], eso quisiéramos, mas no hay Ciudad Esmeralda, no hay dulce sueño de amapolas ni hadas ni brujas. Cuando nos despertamos, el sueño sigue ahí por un rato y desaparece, se va, lejos. Como los fantasmitas.<br />Retomando los fantasmitas, a mí me gusta la época del año en la que se van porque podemos verlos por unos segundos. Nos miran con intensidad (¿La sentís? ¿Podés sentir la intensidad, podés verla? Está ahí, al alcance de nuestras manos...), y de golpe se desvanecen como si nunca hubieran estado ahí. Fácilmente comparables con la vida humana, ¿no? Tan intensos por un instante fugaz, tan en primera persona hasta que desaparecemos dejando nada más que una sensación homodiegética y un recuerdo y, a veces, una tristeza. Entonces el protagonismo pasa a ser dominio de alguien más, de otro fantasmita.<br />La tarde en que vi tu primer fantasma vos me miraste a los ojos y yo rogué que el que estaba ahí no fuera eso, sino lo que yo quería ver y que alguna vez fuiste vos. Pero cuando nos encontramos en ese congelamiento lo que vi era otra cosa. Eras eso que a mí siempre me dio miedo ver, esa pesadilla materializada en piel y dos ojos que me miraban fijo. Vos no lloraste, pero yo juro que te vi una lágrima detrás de los ojos. Y muy al final, cuando lo que se veía de vos apenas era la espalda y el pelo a lo lejos, el fantasmita me dijo que vos también estabas triste.<br />Por esta vez creo que voy a hacerle caso, y dejarte que te lleves ese adiós incomparable.Lolitahttp://www.blogger.com/profile/10672432420241321067noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4746340996201787583.post-22653472949896489072008-08-16T15:02:00.000-07:002008-08-16T15:08:05.996-07:00Apenas resulta<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="http://photo.net/bboard-uploads/007zQZ-17583484.JPG"><img style="cursor:pointer; cursor:hand;width: 400px;" src="http://photo.net/bboard-uploads/007zQZ-17583484.JPG" border="0" alt="" /></a><br /><br />Yo no quería robarme tu frase, pero era tan linda que me la tuve que llevar. Quizá porque siempre me serviste de inspiración, el verte venía siempre adosado con una o dos palabras de la mano que después yo tenía que recortar y pegar en un papel. Pero esta vez la inspiración no salió como de un halo que emanaba desde tus ojos y llegaba a mi piel... Esta vez la frase fue simplemente tuya, y yo no pude más que llevármela. Al principio no entendía muy bien por qué, pero pensaba en una muerte de otoño, y en seguida me acordé de Julia, que yo había adivinado su nombre, de la terraza y la sombra sobre el parquet.<br />La mente me está jugando juegos, Sigmund tenía razón con lo de los actos fallidos. Alfombra, quise decir alfombra. Aunque tal vez fuera en realidad una sombra lo que... En fin, no viene al caso, al menos hasta que sepas el resto.<br />No quería decírtelo, pero es imprescindible, y además creo que es mi deber darte por enterada, sobre todo si voy a estar robándote toda una frase, no una palabrita inmunda, sino una frase entera que además es muy linda.<br />Lo que pasó es que pusieron un candado en la puerta de la terraza que me corresponde. Me costó un poco decirles que la extrañaba, pero era lo mejor que podía hacerse, vos sabés, el otro me hacía sentir mal cada vez que aparecía por ahí. En realidad yo no quería, Margo, yo te dije muchas veces que a mí me gustaba que estuviera ahí, aunque me hiciera sufrir y terminara estrellando las copas contra el piso, y las lagunas mentales que venían al día siguiente. Pero ellos no me dejaron ni quejarme, simplemente un día llegué y mi terraza estaba cerrada.<br />La otra noche me encontré a la hija del encargado allá, no sé qué estaría haciendo. Tampoco quise preguntarle, aunque la puerta también es mía, pero temí sonar maleducada. No quiero que crean que yo soy maleducada, yo siempre trato de ser amable, los espero cuando tienen que subir al ascensor, y hasta a veces los invito a tomar el té, no importa que sea por pura cortesía, pero yo los invito igual, aunque siempre me queme la lengua.<br />Me pareció tan extraño, Margo, que ella anduviera dando vueltas por ahí. Un poco por el lado de Teresa, que siempre se está quejando de algo, pero generalmente se acercaba a mi candado, porque ya no es una terraza, para mí es un candado que esconde una entrada, que esconde... bueno, eso, vos sabrás.<br />Hoy escuché a mi vecina que decía algo del olor cuando abría la puerta. Es increíble cómo Teresa siempre tiene algo que acotar, siempre nota todo. Es medio híbrida, con ojos de águila, un olfato de sabueso y un oído como de gato (aunque me dijeron que las ballenas tienen mejor oído). Tampoco quise ser inoportuna con mi intromisión, así que no le cuestioné nada.<br />Los demás me dicen que pregunte por qué está el candado ése, ya que me corresponde la terraza, pero me da no sé qué, por miedo a transformarme en arco iris frente al encargado cuando responda.<br />Te imaginarás que a esta altura yo ya no quería saber nada de la terraza, ni del olor, ni de la hija del encargado, aparte que los colores de las paredes me reventaban los oídos. Me quiero mudar, me da miedo toda esta gente que además me puede llegar a pensar maleducada, y yo no quiero, ni siquiera me dijeron feliz día ayer cuando festejaban con el vino. Yo bajé a la entrada y todos me miraban con cara rara, como si supieran algo que me escondían, pero detenerme ahí para escuchar ojos y lenguas... No, mejor no. Más vale me deslizo por la escalera de nuevo como si no pasara nada, porque subirme al ascensor cuando acabo de salir de él puede parecer algo sospechoso. Me parece que tengo como una especie de Síndrome de Absolución, o algo por el estilo.<br />Ya hace dos semanas que la terraza está cerrada, yo todavía no me entero por qué. ¿Creés que debería preguntar? Yo soy muy temerosa, vos lo sabés bien, no puedo simplemente ir y meter la nariz en sus asuntos, además que no quiero que finalmente abran la puerta, que el otro aparezca otra vez a la noche y tener que cerrarla de nuevo. Intenté muchas veces decirle que se vaya, pero apenas resulta, no puedo hacer eso porque yo lo quiero, y me da algo de pena que quiera aparecer y esté encerrado ahí. En parte es como una enajenación que tiene sobre mí, como si quisiera salir y él no me dejara.<br />Por otro lado, Juan me invitó a tomar un café a su casa. Le dije que no, no me gusta el café, e igualmente no podía dejar a la terraza sola, me corresponde y yo me tengo que hacer cargo aunque esté cerrada con un candado y yo no sepa por qué.<br />No sé qué decirte, Margo. Al final tuve que robarte las palabras, pero no me sirvió para nada, porque el candado sigue cerrado, y el encargado y su hija no me dicen nada. Yo no puedo ir a preguntarles, me da cierta cosa. Tampoco puedo mudarme, dejar la terraza sola, cuando el otro puede aparecer en cualquier momento... ¿Te imaginás el desastre que se armaría? No, voy a tener que quedarme acá y cuidar el candado, me traje el collar de Ópalo que me trajiste como recuerdo de París para que me haga compañía. Hace tres días que estoy sentada acá, Julia me trae el almuerzo y la cena, y de vez en cuando le pido que me alcance un té y una medialuna para la merienda, siempre me gustó eso de tomar el té a las cinco. Los vecinos me miran raro, pero no me interesa, ahora lo único que me importa es cuidar el candado de la terraza que me corresponde, por las dudas de que alguien quiera abrirla, el otro aparezca y se arme lío.Lolitahttp://www.blogger.com/profile/10672432420241321067noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4746340996201787583.post-91165062205012159612008-08-11T18:23:00.000-07:002008-08-11T18:24:37.520-07:00Cómo gasto papeles recordándote-"Somos soledad hasta que el que nos está abrazando nos demuestra lo contrario." Qué lindo. Triste, pero lindo.<br />- Jeje. Tan tuyo, tan mío.<br />- ¿Somos tristes pero lindos?<br />- Sí. De tan tristes somos hermosos.<br />- Si al menos supiésemos aprovecharlo.Yo sólo sé derrochar lágrimas, y sentimientos y palabras que se van volando porque nadie las quiere.<br /><span style="font-style:italic;">"Esta ternura y estas manos libres,<br />¿a quién darlas bajo el viento ? Tanto arroz<br />para la zorra, y en medio del llamado<br />la ansiedad de esa puerta abierta para nadie."</span><br /><span style="font-weight:bold;">La ansiedad de esa puerta abierta para nadie...</span> cuanta verdad.<br />- ¿A quién se las diste?<br />- ¿Las manos?¿O las palabras?<br />- Las palabras.<br />- Las palabras.. En su momento se las di a Él, pero siempre menospreció las palabras. Se manejaba mejor con los gestos. Y ahora tengo palabras sueltas. Palabras llenas de sentimiento, pero no tengo a quién dárselas.<br />- Y tal vez deberías buscar a quién darselas.<br />- Hay que ver quién quiere aceptarlas.<br />- Yo ya busqué mucho y siempre con un resultado similar a quedarme mirando como mis opciones se van en los labios de otro.<br />- Yo me cansé de buscar, y de arrojar palabras y besos que nunca existieron. Al final nunca encuentro.Al final a mí nadie me busca.<br />- Si mirás bien somos la alegría. Solo por un simple juego de contrastes.<br />- ¿Cómo?<br />- Nosotros somos la tristeza, y por oposición existe la alegría.<br />- Pero la alegría se opone a nosotros, que somos tristeza. La alegría está en otro lado, en lo que se opone.<br />- Entonces nosotros damos nombre, lugar, forma, a esa alegría.<br />- ¿Pero entonces por qué no puedo disfrutar de esa alegría?<br />- Entonces... No lo se. Yo también la disfrutaría. Y sería alegría y tristeza.<br />- Pero la alegría es para compartir. De nada sirve una alegría cuando hay soledad, de nada sirve un triunfo, o una felicidad pequeña si no hay con quién disfrutarla.<br />- La alegría es como una cindor. O como almendras.<br />- Jajajaja, las almendras<br />- Pero a veces tenemos nuestra alegría que no la podemos compartir con nadie porque nadie la quiere.<br />- Como yo. Yo tengo algo de alegría guardada, pero está guardada porque no tengo con quién compartirla. Por eso sólo dejo ver tristeza.<br />- Vos tenés que decirle... A los chicos, así como yo hice ayer con las almendras, que tenés una bolsita de alegría... si la quieren compartir con vos.<br />- ¿Y si no quieren? Se vuelve humillante ofrecer alegría (y palabras llenas de sentimiento, porque tengo muchas) y que las rechacen. A veces el miedo no te deja ofrecer.<br />- Se vuelve humillante no ofrecer nada y quedarse triste en un rincón mientras todos son felices a tu al rededor. Yo te comprendo. No tengas miedo a lo que va a pasar, si no a lo que no va a pasar. A lo que va a faltar. Pero para tener miedo a que falte tenés que tener.<br />- "Si en el momento de lanzarse hubiera tenido la fuerza de creer firmemente en la realización de su amor, hubiese volado hacia arriba a reunirse con su estrella."<br />Yo creo que soy un poco como ese hombre. A veces quiero creer en mi estrella, pero nunca me decido a saltar, por temor a caerme. Y espero en silencio a que la estrella venga a mí. Pero eso nunca pasa, los hombres son los que saltan, las estrellas las que deben esperar (aunque no siempre esperan)<br />Y cuando leo ese cuento encuentro alguna esperanza dando vueltas por ahí, entre el vacío olvidado y lleno de pelusas. Pero en cuanto vuelvo a la vida real, se me escapa, y otra vez el miedo.<br />- Yo no puedo ser distinto, no puedo saltar, o no puedo brillar. No puedo llamar la atención y me siento pobre, menos que otros. Pero siempre hay oportunidades aunque no es la persona que realmente quiero.<br />- Son todos desencuentros. Supongo que uno, cuando es hombre y quiere saltar, a la vez es una estrella. El problema es combinar eso, ser estrella o ser hombre.<br />- Solo quiero ser los brazos de un amor que no requiera tanta espera. No decepcionarme al menos por un ratito. Después, en el futuro pasarán más cosas, pero ahora, un rato estaría bien.<br />- Yo te entiendo. Yo también quiero eso. Aunque en el fondo tenga miedo, esté llena de miedos de enamorarme. Temor a querer otra vez, pero al mismo tiempo un deseo profundo.<br />- El miedo refuerza el deseo. El deseo justifica al miedo. Y los dos mueven a la persona.Lolitahttp://www.blogger.com/profile/10672432420241321067noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-4746340996201787583.post-19207289349763472702008-08-10T16:07:00.000-07:002008-08-10T16:08:03.478-07:00A lo mejor si nos tapamos un ojo..Por esa discrepancia de origen sideral que nos iba a llevar por otros caminos, uno o dos caminos distintos a los que no íbamos a acceder para poder vernos.<br />Yo sabía que te había perdido (si es que se puede perder algo que nunca se tuvo), pero yo supe que te había perdido desde el momento en el que te ví acercarte.<br />Quizá la solución fuera dividirnos.Lolitahttp://www.blogger.com/profile/10672432420241321067noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-4746340996201787583.post-56079664040632994312008-07-27T14:10:00.000-07:002008-07-27T14:38:32.423-07:00DesesperantePor lo general cuando uno ya no siente ganas de vivir, opta por la reprobable y cobarde muerte por suicidio, para lograr olvidarse de los maltratos universales, de todo aquel vómito de adjetivos ofensivos, y las pilas de platos sin lavar, del gato del vecino que maúlla noche negra tras noche negra, y la figura inútil de la luna que nunca baila para su canto enamorado de gato, o sus patitas sucias de bestia callejera, aunque él seguirá maullando y llorando aunque ese círculo amarillento y peregrino no lo escuche, o pretenda no escuchar y no baile para él.<br />Existen muchas opciones elegibles para cometer esta ceremonia fatídica, la mayoría muy poco decorosas que dejan los pisos pegajosos con coágulos, o hasta pueden detener los trenes y hacer a los hombres de traje llegar tarde a la oficina, o que vayan a dar una vuelta, tal vez fumarse un cigarrillo y si es necesario reflexionar sobre la vida. Y aquí es donde se produce una nueva ramificación de los caminos, y el individuo podría, en algunos casos, dejar de pensar tanto en el trabajo, volver a su casa y cenar con su familia, a lo mejor más tarde acabará desempleado, pero ahora está con su mujer y sus hijos, y realmente ése es un asunto trivial que no le interesa, al menos por el momento; o bien podría optar por melancolear acerca de sus problemas y no saber dejarlos ir, entonces convencerse de que el suicida no estaba tan errado y recomenzar un nuevo ciclo de trenes y atrasos y pensamientos sobre la dicotomía de la vida y la muerte.<br />Por supuesto que es mucho más fácil dejarse arrastrar en el veneno y ahogarse intencionalmente para evitar el ardor asesino.<br />En algunos casos, el ser es aún más cobarde que la idea del que salta abajo del tren, o el que cree abrir con su piel una puerta, aunque sea una ventana. Y como llorar y decirse desgraciado, inútil, pobre diablo, etc., tampoco es suficiente, hay que jugar con la muerte, dibujarla en el brazo, la pierna, la espalda, pasarle lentamente el filo agridulce para mostrar que se tiene su número de teléfono sin atreverse a llamarla.<br />Cuando se quiere extirpar un dolor que se abraza inextinguiblemente a las células y no se quiere pensar en el suicidio, lo mejor, o por lo menos lo que requiere menor esfuerzo para la impasible tristeza vagabunda del humano, es esconderlo con humillación bajo la alfombrita del living-room. Sabemos de todas formas que a la larga empieza a desbordar, a mordisquear los bordes de la alfombrita, hasta masticarla y deglutirla, que desaparezca por completo y al final de todo, lo único que queda es una inundación sin alfombra y sin muebles.<br />¿Y entonces? Entonces es preciso construir otra alfombra que disfrace la miseria y la haga parecer pasable, y entramos en otro círculo vicioso, otro círculo de vicios que no se pueden apagar en un cenicero.<br />La pregunta es qué debe hacerse en ese caso para buscar la felicidad, o si, efectivamente hay que buscarla o esperar que llegue, si es que ha de llegar.<br />La naturaleza humana en toda su rareza está sorprendentemente ligada a buscar a tientas aquel epítome incierto, sin saber si en verdad existe, si es eterna.<br />Más bien la felicidad es efímera, es como una burbuja que puede verse, sentirse, pero definitivamente no tocarse. La vemos pasar frente a nuestros ojos, pomposa, en todo su imperioso tornasol, que en todo caso nos causa una fascinación ciega e inexplicable, sin sentido ni dirección. Y en cuanto pretendemos atraparla, pum, estalla, y volvemos los ojos decepcionados al mundo otra vez gris, esperando otra burbuja.<br />La vida se basa en momentos-burbuja. Y nunca falta ese dedo entrometido, ese alfiler curioso, y entonces pum. Felicidad, momento-burbuja, y soberanamente pum, sin el gris del fondo o de las letras. Y entonces pum, <br /><br /><br /><br /><br />te amo.Lolitahttp://www.blogger.com/profile/10672432420241321067noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4746340996201787583.post-79750910248269795472008-07-22T19:06:00.001-07:002008-07-22T19:16:34.360-07:00Confusión<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="http://blogs.ya.com/ambiguedad/files/Me_quiere....jpg"><img style="cursor:pointer; cursor:hand;width: 400px;" src="http://blogs.ya.com/ambiguedad/files/Me_quiere....jpg" border="0" alt="" /></a><br />Me quiere, no me quiere.<br />Te quiero, no te quiero.<br />Te busco, no te encuentro.<br />Me buscás, me pierdo.Lolitahttp://www.blogger.com/profile/10672432420241321067noreply@blogger.com3tag:blogger.com,1999:blog-4746340996201787583.post-10826522944157305642008-07-19T13:18:00.000-07:002008-07-19T13:20:27.489-07:00Ese vacío febril, incansable deseo de nada..<meta name="ProgId" content="Word.Document"><meta name="Generator" content="Microsoft Word 11"><meta name="Originator" content="Microsoft Word 11"><link rel="File-List" href="file:///C:%5CWindows%5CTemp%5Cmsohtml1%5C04%5Cclip_filelist.xml"><!--[if gte mso 9]><xml> <w:worddocument> <w:view>Normal</w:View> <w:zoom>0</w:Zoom> <w:hyphenationzone>21</w:HyphenationZone> <w:punctuationkerning/> <w:validateagainstschemas/> <w:saveifxmlinvalid>false</w:SaveIfXMLInvalid> <w:ignoremixedcontent>false</w:IgnoreMixedContent> <w:alwaysshowplaceholdertext>false</w:AlwaysShowPlaceholderText> <w:compatibility> <w:breakwrappedtables/> <w:snaptogridincell/> <w:wraptextwithpunct/> <w:useasianbreakrules/> <w:dontgrowautofit/> </w:Compatibility> <w:browserlevel>MicrosoftInternetExplorer4</w:BrowserLevel> </w:WordDocument> </xml><![endif]--><!--[if gte mso 9]><xml> <w:latentstyles deflockedstate="false" latentstylecount="156"> </w:LatentStyles> </xml><![endif]--><style> <!-- /* Style Definitions */ p.MsoNormal, li.MsoNormal, div.MsoNormal {mso-style-parent:""; margin:0cm; margin-bottom:.0001pt; mso-pagination:widow-orphan; font-size:12.0pt; font-family:"Times New Roman"; mso-fareast-font-family:"Times New Roman";} @page Section1 {size:612.0pt 792.0pt; margin:70.85pt 3.0cm 70.85pt 3.0cm; mso-header-margin:36.0pt; mso-footer-margin:36.0pt; mso-paper-source:0;} div.Section1 {page:Section1;} --> </style><!--[if gte mso 10]> <style> /* Style Definitions */ table.MsoNormalTable {mso-style-name:"Tabla normal"; mso-tstyle-rowband-size:0; mso-tstyle-colband-size:0; mso-style-noshow:yes; mso-style-parent:""; mso-padding-alt:0cm 5.4pt 0cm 5.4pt; mso-para-margin:0cm; mso-para-margin-bottom:.0001pt; mso-pagination:widow-orphan; font-size:10.0pt; font-family:"Times New Roman"; mso-ansi-language:#0400; mso-fareast-language:#0400; mso-bidi-language:#0400;} </style> <![endif]-->deseo de aire, de burbuja, de nada
<br />de nadar
<br />en agua, o en nubes
<br />que quizá es un microscopio,
<br />pero los ataques
<br />mortales.
<br />
<br />quisiera mirarte al revés
<br />y besarte en la punta de la nariz.
<br />intrínseco.
<br />
<br />necesito costura y cocción.
<br />coserme y cocerme.
<br />Lolitahttp://www.blogger.com/profile/10672432420241321067noreply@blogger.com1