Me gusta la época del año en la que se te van los fantasmitas. Ahí, cuando las hojas muertas ya encontraron su lecho en las veredas, y yo me pregunto a dónde irán. Abramos bien grandes los ojos, pensemos en Júpiter o en Nueva York, quizás te sienta venir de otra galaxia, en una paloma como una estrella fugaz.
Es justo que nadie hable de lo que fuimos nosotros. Las páginas se borraron con la lluvia, igual que tus cartas cuando me las olvidé bajo el árbol deshojado, yo estaba triste porque vos te ibas y en cada paso que contaba, te sentía un poco más lejos de mí. Y ahí vi el primer fantasmita que se escapaba entre tus labios, apenas una neblinita misteriosa que salía disimuladamente como vapor y se extinguía en el aire. Aun sigo preguntándome a dónde se habrá ido, si bien tengo la certeza de que ése no era el único y aunque se te hinche la cabeza por la cantidad de libros leídos, siempre, siempre va a salir uno más.
Las puertas se cerraron todas a la vez, como si quisieran escondernos algo. Figurativamente hablando, claro, bien sabíamos que eran todas ventanas. Nos dejamos hundir por el chiste fácil, sí, suspiramos en cada ventana y atrapamos el aire con una mano. Estábamos errados al pensar que si no fuéramos nosotros, o si no quisiéramos serlo, seríamos otra cosa que no es lo que ahora somos, porque quizá ni siquiera seríamos: “Existencia es lo que nunca es objeto”, claves del existencialismo, aunque no estamos para falacias sobre la libertad de elegir, bien sabemos que el amor es tirano y sustantivo, y nosotros, simples mortales, no podemos más que respetarlo con sumisión.
[i]Ruby Slippers[/i], eso quisiéramos, mas no hay Ciudad Esmeralda, no hay dulce sueño de amapolas ni hadas ni brujas. Cuando nos despertamos, el sueño sigue ahí por un rato y desaparece, se va, lejos. Como los fantasmitas.
Retomando los fantasmitas, a mí me gusta la época del año en la que se van porque podemos verlos por unos segundos. Nos miran con intensidad (¿La sentís? ¿Podés sentir la intensidad, podés verla? Está ahí, al alcance de nuestras manos...), y de golpe se desvanecen como si nunca hubieran estado ahí. Fácilmente comparables con la vida humana, ¿no? Tan intensos por un instante fugaz, tan en primera persona hasta que desaparecemos dejando nada más que una sensación homodiegética y un recuerdo y, a veces, una tristeza. Entonces el protagonismo pasa a ser dominio de alguien más, de otro fantasmita.
La tarde en que vi tu primer fantasma vos me miraste a los ojos y yo rogué que el que estaba ahí no fuera eso, sino lo que yo quería ver y que alguna vez fuiste vos. Pero cuando nos encontramos en ese congelamiento lo que vi era otra cosa. Eras eso que a mí siempre me dio miedo ver, esa pesadilla materializada en piel y dos ojos que me miraban fijo. Vos no lloraste, pero yo juro que te vi una lágrima detrás de los ojos. Y muy al final, cuando lo que se veía de vos apenas era la espalda y el pelo a lo lejos, el fantasmita me dijo que vos también estabas triste.
Por esta vez creo que voy a hacerle caso, y dejarte que te lleves ese adiós incomparable.
Odio a mi vecino el baterista
Hace 13 años
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