Temía confesar, pero no habitaban en su mente otros pensamientos que los de su fatal secreto. Mientras la veía dormir, angelical y agraciada, sus largos cabellos desparramados por las sábanas que se recortaban contra su cuerpo desnudo, sonrió con dolor.
Los filisteos ardían en sed de venganza, y harían lo que fuese para alcanzar el tan ansiado triunfo. Era él, o ella. ¿Estaría dispuesto a perder nuevamente a la persona que amaba por el honor de su pueblo? Tres veces había dado una respuesta errónea; estaba consciente de que, si no entregaba su secreto, las consecuencias repercutirían en su futuro. Fue entonces que, a la cuarta vez de haberle preguntado, confesó.
Ya su difunta mujer había sido arrancada de sus brazos y muerta en manos de filisteos. No podía dejar que sucediera otra vez, no ahora que finalmente había reencontrado el amor... Ella era su sostén.
En el fondo sabía que ella lo traicionaría en cuanto encontrase la ocasión, que no haría falta más que algunas monedas para que ella lo vendiera a sus enemigos. ¿Lo amaba acaso ella de verdad?
La vio retorcerse en sus sueños y abrazar la almohada, su omóplato livianamente curvándose como si fuera un ala. Eso es lo que era, un ángel. Casi podía ver su aura dorada emanando de su esbelto cuerpo. Ella era su perdición.
Finalmente, se vio lentamente succionado, arrastrado por las arenas del sueño, en la que se mezclaban manchas borrosas de colores apagados, y hubiera querido despertar.
Cuando abrió los ojos, ella estaba allí sentada, con un par de tijeras en las manos, sus ojos húmedos, debatiéndose entre quién sabe qué promiscuos pensamientos, indecisa. Él, dolido, comprendió. Le sonrió con dulzura, y la besó tiernamente, recordándole que era hermosa, y dejó que su largo cabello fuera víctima de sus manos apresuradas, su hipo haciéndole cortar mechones irregulares que caían a la par de sus lágrimas agridulces.
La besó una vez más, y le dijo que había hecho bien, sabiendo que probablemente sería la última vez que se verían, la última vez que harían el amor; sabiendo que su fuerza no estaba en su cabello, que su debilidad no estaba en las tijeras: tanto su fuerza como su debilidad, estaban en ella. Y con las últimas luces del alba, sus cuerpos se durmieron flanqueados el uno por el otro, revestidos en sábanas y mechones y una tijera.
Odio a mi vecino el baterista
Hace 14 años
9 comentarios:
Mi primer novio tenía el pelo rojo larguísimo (no color zanahoria: rojo rojo, y natural). Era más lindo que el mío, y que muchos otros cabellos que hubiera visto yo...
Muy bueno. De cierta retorcida forma me hace acordar a cuando me tuve que cortar el pelo largo para ingresar a un trabajo. La gran diferencia fue que el coprotagonista era un peluquero afeminado y no Dalila.
dios, que lindo este bloooggg ♥
wow o.o
me enamoré de esta historia !
hermosa hermosa.
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hey!! encontré tu blog!!
(nunca entedí por qué no me lo quisiste dar.. después me percaté de que la dirección estaba bastante a la vista, pero no quería pasar sin antes tocar el timbre.. en fin, vi luz y pasé, así de puro entrometida)
supongo que además de la historia conocerás la canción, verdad? es hermosa. y la rusa también.
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còmo estàs tanto tiempoo?
muy buen blog....
asi que estudias letras?
Hola...no sé cómo hice para llegar a este blog, y aunque mi comentario acá parece medio colgado, no puedo evitar dejar de comentar. Yo iba al caxton, terminé un año antes que vos...no sé si me ubicás aunque espero que sí porque no eramos muchos!! XD
Bueno, el motivo de este comentario era decirte que realmente me encantó todo lo que escribiste. Se ve que tenés un mundo muy particular, especial... Me emocioné con algunos de los textos que leí, tus palabras me hicieron sentir muchas cosas. Supongo que ya te lo habrán dicho, pero en verdad tenés muchísimo talento, así que espero poder seguir disfrutando de tu arte! Ahora que sé que existe este blog, voy a seguir visitándolo, así que seguramente vas a voler a ver algún otro comentario mío rondando por acá. =)
Beso y suerte!
Me gustó tu blog. Escribes muy lindo. Saludos!! =)
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